Aprender de las derrotas. Levantarse en la adversidad. Recuperar el espíritu de lucha. Volver a andar el camino conocido. Reencontrarse. Las sentencias son todas aplicables al discurso levantado tras la demoledora derrota de la Vinotinto contra España. En cada una hay un llamado implícito a dejar pasar la pesadilla malagueña y poner la mirada en el horizonte del mes de junio cuando el estadio Centenario reciba a la selección en la continuación de las eliminatorias.
Polarizar el análisis no es una novedad. Hallar el centro y sacar notas en limpio representa el verdadero desafío. El campeón del mundo jugó con la intensidad de quien pelea por los puntos, en un nivel de perfección altísimo y a una velocidad individual y colectiva al alcance de muy pocos. Oponer resistencia a los automatismos ejecutados por intérpretes que ponen su técnica superlativa al servicio de la pelota y el espacio, requiere de una capacidad competitiva que pertenece a una reducida élite en el planeta.
Nada nuevo se descubre con todo esto. Tanto España, como el Barcelona, aplican modelos de juego que revolucionan este deporte y son de manejo universal. No hay planes ocultos ni secretos. La riqueza de talentos permite una panoplia de variantes y la asunción de un estilo que no se discute allana el camino. Elegir a los más aptos, ubicarlos en el lugar donde mejor se pueden explotar sus facultades y tener un plan claro con posesión del balón y en fase defensiva, son conceptos que hacen reconocible al equipo que dirige Vicente Del Bosque. El sentido común del entrenador y su bonhomía provocan que su enorme capacidad para dirigir quede en un plano secundario.
En el entendimiento de estas premisas y en la propia digestión de lo ocurrido en La Rosaleda está el verdadero aprendizaje de este episodio. La conciencia de que nada se ha logrado aún, aunque mucho parezca el camino avanzado. Que haya futbolistas titulares en sus clubes europeos, algunos en el momento más dulce de sus carreras, no garantiza el acceso a la cofradía de quienes compiten por objetivos más elevados. La hoja de ruta asimilada en el último año necesita un refrescamiento, una vuelta de tuerca en el funcionamiento que permita conseguir soluciones delante de rivales que presenten otro tipo de propuestas.
Y en ese paso, para el que apenas habrá posibilidades de ensayo inmediatas pero que debe proyectarse, habrá que aplicar decisiones darwinianas en las que solo tendrán cabida los más capaces. Ya no basta con la experiencia que da el roce en ligas más competitivas; a eso el jugador deberá añadir virtudes para crecer en sus prestaciones y el cuerpo técnico diseñar soluciones que eleven la competitividad del grupo.
A la selección se le presenta una nueva oportunidad de crecimiento. Aprovecharla hará que el viaje a Andalucía y el roce con los mejores adquieran sentido. Saber cómo solucionar en la cancha lo inesperado. Tomar decisiones que modifiquen dinámicas y disponer de más de una versión para contrarrestar lo que el contrario plantea. Apoyarse en el espíritu gregario para defender, pero también disponer de variantes para atacar menos vinculadas al azar. Esos son los retos. Claro que, al tiempo, deberá buscar los puntos para estar en Brasil 2014 y cargar con el peso de la ilusión de todo un país.
España mostró lo que falta. Para convertir el golpe de Málaga en un área de oportunidad que trascienda los tópicos, será una exigencia visualizar el siguiente paso sin regodearse en el anterior.
Columna publicada en el diario El Nacional (5/03/2012)