El ruido generado por la ruptura del contrato de patrocinio entre Empresas Polar y la Federación Venezolana de Fútbol trasladó a la selección al terreno pantanoso de la polarización. La falta de claridad en los motivos de uno y la respuesta de un sector de la opinión pública a favor del otro, dividieron al mismo país que en los mejores momentos del equipo nacional apartó sus diferencias para unirse en torno a uno de los pocos símbolos de pertenencia plural de los venezolanos: la Vinotinto.
La relación entre ambos nació en los albores del fenómeno social que alumbraría con los años. Tiempos de clandestinidad informativa, de poca notoriedad y resonancia, de estadios vacíos y desprecio televisivo. El sponsor por antonomasia del deporte local inició una alianza fructífera que halló factores multiplicadores en el éxito sostenido de los ciclos de Richard Páez y César Farías. El dueño del producto se amparó en estos recursos para mejorar las condiciones de trabajo, crear estructuras y atender el enorme costo económico adosado a la trascendencia.
Una relación ganar-ganar que los llevó a firmar un vínculo por una década (2004-2014) con cifras negociadas en perspectiva. El presente dibuja un panorama distinto, con mayores ingresos y una cotización más alta en el mercado. Los nuevos socios han debido pagar el precio de la robustez actual, una inversión sin riesgos que garantiza valores a los que todos desean asociarse. Es lo que marca el nuevo estatus, pero no un argumento que explique el final abrupto de un convenio por el que la Federación dejará de percibir cifras significativas, amén del monto –no menos oneroso– de la indemnización a la que tendrá que hacer frente si prospera la demanda que Empresas Polar anunció como respuesta la semana pasada.
Las cuentas del ente supremo del fútbol venezolano deben ser de dominio público. Al no tratarse de una sociedad privada sino de un organismo adscrito al Instituto Nacional de Deportes, una medida como la descrita obliga a justificar los motivos y que estos estén claramente sustentados. De allí que la mudez federativa no haga más que incrementar la rumorología y acumular preguntas que son de respuesta obligada. La transparencia es básica en una situación de interés general, cuyas consecuencias podrían marcar peligrosos antecedentes en el futuro.
Que la estatal PDVSA ofrezca cantidades mayores por la exclusividad de exposición, no parece un punto suficientemente sólido para romper un contrato al que solo le resta un par de años de validez. En especial si se atiende al hecho que, cuando las críticas arreciaban pidiendo la culminación del Centro de Alto Rendimiento de Margarita, una de las bazas argumentativas de la dirigencia era que el aporte prometido por la propia PDVSA como patrocinador de los seleccionados nacionales, no se había podido hacer efectivo. Una dificultad que también han padecido algunos clubes criollos apoyados por la petrolera. De allí que el interrogante se caiga de maduro: ¿cómo garantizar el cumplimiento de nuevos compromisos?
La imagen es otro elemento a tomar en cuenta. Aquellas empresas que vean a la selección como un nicho de interés para publicitarse, considerarán lo sucedido y podrían llegar a verlo como un obstáculo en sus planes. A fin de cuentas, ¿quién les puede decir ahora que aquello que firmen será respetado?
La Vinotinto es un espacio de reserva moral en el que caben todos los venezolanos. Para preservarlo conviene alejarlo del peligroso abismo que nos divide. Un factor más valioso que clasificar a Brasil 2014.
Columna publicada en el diario El Nacional (26/03/2012)