Nadie puede atacar sin el balón. Desde esta premisa, básica e inobjetable, se define quien marca las condiciones de un partido. Defender bajo la base de una mayor posesión de la pelota tampoco es una innovación. Barcelona es referencia universal en la materia; Zamora lo está siendo en el medio local. Con sus diferencias y especificidades, ambos se explican a partir de un manual cargado de términos como presión, zona, juego posicional y profundidad.
Las ideas generan el vínculo y la influencia. El sistema elegido marca un contraste en la forma (4-3-3 el Barsa, 3-4-1-2 el Zamora). Quienes lo ponen en práctica con la camiseta azulgrana establecen niveles de excelencia inalcanzables. Pero hay una intención en Chuy Vera y los suyos que, por encima de los resultados, generó la iniciativa táctica más importante del fútbol venezolano en los últimos tiempos. El dibujo aplicado en el torneo Clausura y su propuesta atrevida lo convirtieron en el equipo de moda.
El ideario de Zamora se fortalece por las características de sus hombres. Algunos, potenciados por el DT, viven el mejor momento de sus carreras. Es por la condición de elementos como William Díaz, Nelson Semperena, Moisés Galezo, Vicente Suanno, Arles Flores, Jesús Meza, Jonathan Copete o Juan Vélez que la aplicación del principio de tenencia fructificó en este semestre. Construir un colectivo así implicó una tarea de aprendizaje, crecimiento conceptual y abandono de ideas prefijadas que dio frutos pronto. Entender que ataque y defensa responden a una lógica que tiene al balón como núcleo motivacional, no está al alcance de todos. La calidad del plantel fue determinante en esto, más allá de la visión generalizada respecto a su nivel real.
Transmitir estos preceptos y sumar para la causa a todo un grupo de futbolistas requiere de convencimiento, especialmente cuando aquello que se persigue se enfrenta a la corriente de las proclamas atávicas. El trabajo le va dejando al jugador elementos que lo invitan a dejarse llevar y creer. Luego, lo que se plasma en la cancha jornada a jornada hace el resto de la tarea.
De la continuidad del proyecto dependerá que haya versiones más avanzadas de ésta que alumbró en el Clausura. La afinación de los automatismos y la incorporación de nuevas herramientas (de hombres y de movimientos) podrían generar una vuelta de tuerca más, una especie de Zamora 2.0 más constante en su rendimiento.
El ejercicio de la presión contribuyó a que la recuperación de la pelota se hiciese cada vez más en terreno contrario que en el propio, pero todavía no es una maquinaria aceitada que sabe qué hacer y cómo cuando pierde la posesión. Su pletórico estado físico también valida el método: se corre menos cuando la consigna es proponer y abortar toda intención constructiva del rival en base a ocupación sistemática y lógica de las zonas.
El estilo vuelve a aparecer como factor determinante en el éxito. Y plantea interrogantes y debates respecto a cuál es el fútbol que mejor se ajusta a las características del talento que alumbra esta tierra. Richard Páez plantó la bandera que ahora enarbola Vera con la ventaja del alumno avezado que se empeña por superar al maestro.
Zamora representa aire fresco, innovación, amplitud de miras. Como excepción a la lógica imperante, su aporte no puede medirse en números aunque esa sea la vara que calibre a todos. Hay, en su modelo y espíritu, un compendio de razones para que un club de vitrinas casi vacías alcance la trascendencia.