Ramón Díaz dejó la conducción de San Lorenzo de Argentina hace pocos días. En el momento de presentar la renuncia el entrenador alegó que “no le encontraba la vuelta al equipo”. Los malos resultados dictaminaron el fin de su ciclo. Modificó la táctica, intentó con funciones distintas que se amoldaran a las características de sus futbolistas, pero no dio con el antídoto para la depresión en el juego. Y tuvo que claudicar.
“Encontrarle la vuelta” puede pasar por el cambio de sistema en el momento justo que modifica la dinámica del colectivo; la inclusión del jugador cuya funcionalidad activa al resto o aporta el equilibrio perdido; o bien la identificación de un problema interno que impide la armonía grupal. Los factores pueden ser infinitos, tanto como sus posibles soluciones.
El torneo Clausura aporta algunos ejemplos de cómo el dar con el antídoto o no ser capaz de identificarlo puede condicionar la consecución de los objetivos deportivos. Zamora tuvo un Apertura con números negativos. Los desequilibrios defensivos signaron una campaña en la que mostró indicios del juego atildado del presente, pero la descompensación en el momento de perder la pelota provocó que sufriera derrotas en choques en los que dominaba a su rival con altísimos porcentajes de posesión.
La solución apareció con el cambio en el dibujo táctico, la aplicación de la línea de tres zonal que estabilizó su funcionamiento y el reclutamiento del delantero colombiano Juan Vélez y el defensor Jesús Álvarez que potenciaron el nivel de sus compañeros. El DT halló la solución tras un ejercicio de autocrítica que le rindió los mejores dividendos posibles.
En la otra acera están Mineros y Esppor, dos realidades distintas y un elemento en común: ambos mejoraron sus planteles con elementos de valía para pelear por el cetro del Clausura. ¿Qué pasó? En el primer caso, Carlos Maldonado recibió de una sola tacada a piezas del valor de José Manuel Rey, Iván y José Manuel Velásquez, Nicolás Diez, Rafael Ponzo, José Torrealba y Jorge Rojas, figura destacada en el Táchira campeón del Apertura 2010. Sin embargo, la campaña no ha estado al nivel de las expectativas cifradas. El entrenador nunca dio la impresión de sentirse cómodo en su nuevo traje. Habituado a ganar a partir del orden y la solvencia defensiva, esta versión de Mineros se convirtió, por obra y gracia de las incorporaciones, en la más ofensiva de todas las que haya dirigido Maldonado. También en la más irregular.
A Noel Sanvicente estuvieron a punto de sacarlo en hombros tras la gran campaña en el Apertura del Esppor. Con Pájaro Vera, Darío Figueroa, Jong Viáfara y Mauricio Romero, los merengues incrementaron sus opciones. Pero el estratega no encontró en su manual la respuesta precisa a la interrogante que su propio conjunto le planteaba. Probó distintos módulos, varió el perfil de su propuesta, pero no acabó de lograr la regularidad que le permitiera pelear con solvencia por los primeros puestos. Los blancos dejaron de ser contundentes y fiables. Chita no pudo “encontrarle la vuelta”.
El desafío de entender cómo ajustar las condiciones de un plantel para que opere como un mecanismo perfecto, define el oficio del técnico. Siempre hay una idea base, una seña de identidad a partir de la cual el preparador elige a determinados ejecutantes. Pero conseguir la fórmula que produzca el engranaje ideal de todas las piezas, más cerca o más lejos de su propio ideario, determina el éxito o el fracaso de los proyectos.