lunes, 18 de abril de 2011

El camino de los campeones

El proceso se repite año a año como una liturgia. La semilla, sembrada y abonada con mimo, se esparce generosa por campos fértiles. Los tiempos para la cosecha son administrados con paciencia y rigor. Cada paso se respeta con celo. Separada la paja del trigo, queda materia fina de la que solo una parte llega a las mesas de comensales exigentes.

Con la intuición y el sudor de los buenos labriegos. Así funciona esa fascinante factoría de talento futbolístico que nutre las estructuras del Barsa. Constituida en marca universal, sus futbolistas llevan adosada la denominación de origen de La Masía, punto referencial que define el sistema de divisiones inferiores de un equipo que revolucionó el juego. Pep Guardiola nació en esos viveros a los que Johan Cruyff dotó de un concepto, transmitido durante dos décadas con el fervor de una secta por una corte de maestros anónimos.

La semana pasada fue presentado en Barcelona el libro El camí dels campions (El camino de los campeones, en la traducción castellana todavía no publicada) con la firma del periodista catalán Martí Perarnau. El autor asumió el reto de descubrir el secreto mejor guardado de la entidad azulgrana. Tras meses de investigaciones y diálogos con muchos de los involucrados en el proceso pudo radiografiar las claves de este modelo único del que surgieron Messi, Xavi, Iniesta, Puyol, Busquets o Valdés.

“La idea es el punto nuclear de todo”, contó Perarnau. “Lo que de ella deriva es consecuencia de una manera de entender este juego”. La simplicidad en la definición contradice lo complejo de su ejecución. La piedra filosofal es la pelota y el buen manejo que se haga de ella. Lo demás son valores vinculados a la competitividad, disciplina, esfuerzo máximo y solidaridad, trasladados a modo de mantra al que se integra en ese mundo de sueños.

Con ese ideario bajo la manga trabajan los ojeadores que la institución culé tiene repartidos por España y varios países del mundo. Buscar al talento con “perfil Barsa” es una criba que decanta a posibles promesas y separa a muchísimas otras. Solo en lo que va de 2011, los scouts vinculados al club evaluaron a unos 10.000 muchachos de los que apenas fueron seleccionados 50 (un 0,5%). Las cifras indican que de esa grey de privilegiados poco más de la décima parte alcanza a ponerse la camiseta del primer equipo alguna vez, sin que ello implique garantías de triunfo en el Camp Nou.

Los grandes clubes tienen estructuras de reclutamiento y personal capacitado en esas tareas. El Arsenal inglés, por ejemplo, lleva más de una década escarbando por rincones insospechados detrás de una perla. Los resultados han sido más que satisfactorio para sostener un organigrama de negocios modélico en el que se compra a precio de saldo y se vende a un nivel alto de mercado cuando ya el producto fue amortizado.

Lo del Barsa es distinto. Se forma a los niños elegidos para mantener un estilo y cada decisión está sujeta a esa premisa. Como bien lo señaló Carles Folguera, director de La Masía, en el bautizo del texto de Perarnau, partiendo de la habilidad y la técnica “buscamos delanteros que presionen y defiendan, y defensores que sepan construir”. Una declaración de principios.

El planeta se maravilla con el Barcelona y sus automatismos, llevados a niveles de perfección inverosímiles. La explicación está en esa academia de la lírica y el esfuerzo que ya tiene a punto a los reemplazos de aquellos que hoy transforman la dinámica de este deporte para siempre.