Pep Guardiola y el Barcelona transforman el juego a pasos veloces sin que el resto del planeta acabe se asimilarlo. Y mientras la coral azulgrana redefine paradigmas, todo un universo de observadores perplejos se mantiene fiel a los modelos predominantes.
Los cambios tácticos en el fútbol ocurren de manera gradual y las revoluciones en esta materia suelen estar bastante separadas en el tiempo. La variedad de sistemas no plantea necesariamente una evolución; tampoco el uso frecuente de un dibujo es sinónimo de estancamiento.
El doble cinco se incorporó como una constante en los esquemas tácticos europeos en la última década y sigue siendo la base que soporta la organización en la cancha de la mayoría de los equipos de ese continente. Suramérica abandonó el rombo y se sumó a esta tendencia hoy ya instalada en clubes y selecciones nacionales con alguna que otra excepción.
Lo que en España denominan “el doble pivote” se explica a partir de la ubicación de un par de mediocampistas por delante de la línea de zagueros. El actual campeón del mundo tiene en Sergi Busquets y Xabi Alonso al doble cinco por antonomasia. El del Barsa marca el equilibrio defensivo, barriendo la zona para recuperar e insertándose entre los centrales cuando sus compañeros están en posesión de la pelota; el del Real Madrid marca la velocidad de las transiciones y opta entre la elaboración o el juego vertical de acuerdo a lo que la acción pida. Si bien se trata de dos de los mejores intérpretes de la función que conoce este deporte, sus características sirven como referencia para todos.
Una buena dupla de volantes de marca debe estar bien compensada. El riesgo de solaparse es alto si sus intérpretes actúan como espejos o no se complementan.
El fútbol venezolano tiene varios exponentes en esta demarcación. La gran mayoría de los cuadros que disputan el actual torneo Clausura lo utilizan en sus módulos y la Vinotinto (con Tomás Rincón y Franklin Lucena como base) se sirvió de él hasta este último período en el que optó por otras fórmulas. Del grupo que compite en primera división, solo Táchira, Estudiantes y Yaracuyanos se salen de la norma con alguna frecuencia.
Caracas tiene al dúo Juan Guerra-Edgar Jiménez que brilló en el partido de Copa Libertadores contra Unión Española del pasado jueves. Guerra aporta personalidad, quite y un conocimiento del juego que le permiten llegar en el tiempo preciso para robar el balón; Jiménez se descuelga una y otra vez para participar activamente de las sociedades que el Rojo establece en la mitad de la cancha y siempre es una alternativa cercana al área rival para aportar su notable pegada en la media distancia.
Mineros puede presumir también de su dupla de pivotes, con la ventaja de tener varios nombres para la faena. El argentino Nico Diez es fijo en esa parcela y el que dicta la salida de los suyos; José Manuel Velázquez y Agnel Flores han sido sus socios en distintos momentos, ejerciendo la contraparte en un sector que dominan con intuición y músculo.
Real Esppor cuenta con Luis Vera y el colombiano Andrés Camilo Ramírez; Petare, con Gianfranco Di Julio y Bladimir Morales. Anzoátegui fundamenta su buena campaña en la llave Giácomo Di Giorgi y Gabriel Urdaneta, mientras que Zamora ha cimentado a la pareja Arles Flores-Vicente Suanno.
Todos tienen elementos que los singularizan. Desde su talento, definen el estilo de sus equipos y la manera en que sus entrenadores se relacionan con el juego.
Dime quiénes conforman tu doble cinco y te diré a qué apuestas.