“De valientes está lleno el cementerio”, reza el adagio popular. Los cobardes quizá se libren más de los nichos, pero la sociedad los somete al escarnio. En el medio de los extremos están los cautos, aquellos que entienden cuándo corresponde ser arrojado y cuándo se impone la cabeza fría. Para seguir con las expresiones tópicas, “el sentido común es el menos común de los sentidos”.
El fútbol exprime estos conceptos y el periodismo se vale de ellos para llenar de épica al juego. Exacerbado en su condición, puede que aunque no sea un asunto de vida o muerte haya formas de interpretar en su fondo el uso de estos paradigmas.
¿Fue cobarde Arsenal al renunciar a su esencia para enfrentar al Barcelona en la Liga de Campeones? Arsène Wenger se acordó de las lápidas y planteó un partido lleno de precauciones, en el que desnaturalizó el papel de varias de sus figuras. Nadie sabe si pudo tener mejor destino de haber sido fiel a su ideario, pero la capitulación de principios lo alejó de la admiración con la que siempre fue distinguido por el planeta fútbol.
La grandeza de los “gunners”, finalistas de la Champions y varias veces campeones de la liga inglesa, los colocaba en un plano de igual a igual con los azulgranas. Los estilos de ambos, tan cercanos en su concepción, invitaban a un duelo en el que cada uno expondría lo mejor de su puesta en escena. Esta vez las expectativas fueron abortadas porque no hubo coincidencia en las intenciones.
¿Fue valiente el Caracas en Santiago en su choque contra Universidad Católica? Más que osadía, al Rojo le sobró inteligencia y propuso el sistema idóneo para potenciar lo mejor que tiene. No se encaró con su oponente a tumba abierta sino que supo esperar su momento con sagacidad. Emboscó en el instante justo y manejó la ansiedad del resultado a favor en cancha ajena. Nunca pretendió asumirse grande ni enrostrar las once estrellas que luce en su escudo. Al fin y al cabo, las medallas no dejan de brillar porque se desconozcan las batallas.
¿Y Táchira? Aunque el Aurinegro llegó a Asunción herido, con la clasificación a los octavos de la Libertadores en terapia intensiva, también comprendió cuál debía ser su papel en La Olla, sede de Cerro Porteño. Jorge Luis Pinto priorizó la recuperación defensiva de su equipo, magullado tras un trío de derrotas lacerantes que sembraron dudas en el colectivo que comanda. Su camiseta pesa en el torneo local y rebosa historia, pero allí no correspondía sacar chapa. Los 28 títulos domésticos, las 34 participaciones en la Copa y el presupuesto de su anfitrión, invitaban a un ejercicio de humildad.
Así, armó una defensa con cinco hombres y tres centrales, pobló la media cancha y se marcó como objetivo mantener el arco propio resguardado. Llegar hasta el área contraria dependería de alguna acción aislada, tal como ocurrió con el gol de Sergio Herrera que decretó el empate a uno. Con mayor o menor utilidad para el futuro y sin hipotecar ni un ápice de prestigio, el resultado se correspondió con la misión llevada a Paraguay: sumar y recuperar la estabilidad.
Los tres episodios, ocurridos en distintos momentos de la última semana, arrojan mensajes claros. Entender quién eres, en qué contexto compites y cuál es el lugar que te corresponde en función de esos parámetros, puede resultar básico en el éxito y el fracaso. También en qué tan alto se colocan los listones. En fútbol, ser valiente, cobarde o cauto se vincula más a la propia valoración que al peso de las etiquetas.