La mano del entrenador es una impronta que marca la identidad y el carácter de los equipos. El técnico define el estilo y delimita las funciones en la cancha de sus intérpretes. Si su discurso llega al jugador y el ejercicio de la autoridad marca límites que los dirigidos respetan, los resultados positivos suelen acompañar la acertada gestión grupal. Los ciclos pueden agotarse y es normal que así sea. Pero si el preparador trabaja en función de exprimir con sentido común lo mejor del grupo al que conduce, su huella trascenderá a la estadística.
Jorge Luis Pinto, timonel del Táchira, llena ese perfil. No es una casualidad que el colombiano acumule coronas en cuatro países diferentes y que su nombre haya figurado en el banquillo de dos seleccionados nacionales. Controversial y discutido por sus formas, sus equipos hablan por él. Después de un semestre comandando a las tropas aurinegras, ya cuenta con un legado tangible: el título del Apertura. Y, por encima de aquello que mide el éxito y el fracaso en este deporte, logró elevar las prestaciones de tres elementos a quienes dotó de nivel de selección: el arquero Manuel Sanhouse, el defensor Andrés Rouga y el volante Diego Guerrero.
Ninguno de estos tres futbolistas asomaba como posible candidato a una convocatoria vinotinto hasta que Pinto los devolvió al protagonismo. Sanhouse ya figuró en algunos partidos de finales de 2010; Rouga fue llamado para el choque contra País Vasco del pasado diciembre al que no pudo acudir por lesión; y Guerrero, el más novel de todos, defiende a voz en cuello su candidatura desde la posición de mediocampista central.
El trío se vio beneficiado por un funcionamiento colectivo que potenció sus virtudes. El técnico, por su parte, tuvo el acierto de motivarlos y trabajar para que respondieran con rendimiento a esa confianza.
Sanhouse recuperó su mejor condición física con Pinto y, con él en el arco, Táchira terminó como el cuadro menos goleado del Apertura. El merideño es una fortaleza entre los palos y cumple con los requisitos que se le demandan a un arquero de equipo grande. A sus 35 años de edad vive un excelente momento y da seguridad a sus compañeros.
Rouga regresó de Chipre con la misión de ganarse un llamado a la Vinotinto. Asumió la titularidad tras superar una dolencia (novena fecha del Apertura contra Estudiantes) y fue acumulando elogios. Hoy es el central más destacado del torneo local. Su dupla con el colombiano Walter Moreno aúna solvencia y empatía, evidenciadas en el choque de Libertadores contra Santos.
Guerrero consiguió su lugar en el mundo luego de pasar por varios equipos. Con 24 años, su presente hizo olvidar a Javier Villafraz, ídolo del club. Como cabeza de área en una línea de tres centrocampistas o como socio de Pedro Fernández en el doble pivote, Guerrero cumplió siempre. Gana por anticipación y saca la pelota limpia desde su zona con la claridad de quien conoce el oficio de toda la vida.
Pep Guardiola obtuvo lo mejor de gente como Messi, Xavi o Iniesta en el Barsa. Tanto como, en la escena local, Noel Sanvicente proyectó la versión más punzante de Ángel Chourio o Eduardo Saragó mostró el camino de regreso a la selección de Evelio Hernández y encauza a Andrés Sánchez y Gianfranco Di Julio hacia un destino similar.
Sanhouse, Rouga y Guerrero brillan en Táchira estimulados por Pinto, un DT que hace mejores a sus futbolistas desde el convencimiento y el trabajo. Cuando el jugador cree, lo demás llega por añadidura.