lunes, 13 de septiembre de 2010

Relaciones peligrosas

El 20 de noviembre de 2007, Venezuela le ganó 5-3 a Bolivia en San Cristóbal por la cuarta fecha de las eliminatorias para Suráfrica 2010. Aquella noche, de vértigo y tensión, la Vinotinto consiguió llegar a seis puntos y colocarse entre los eventuales clasificados al Mundial. Paradójicamente, fue también el último partido de Richard Páez como técnico de la selección. 

El ambiente alrededor de la figura del entrenador se había hecho pesado y su ciclo padecía el desgaste natural de una gestión que superaba el lustro. Los éxitos llegaron a convertirlo en el personaje más popular del país y alrededor de su figura nació un sentimiento de pertenencia hacia la Vinotinto, que hoy sigue llenando estadios y alimentando los sueños de una afición que mantiene viva la ilusión de clasificar a una Copa del Mundo. Con él, la clandestinidad derivó en suceso de interés nacional. Para lo bueno y para lo malo.

La recordada velada en Pueblo Nuevo rompió el romance. Los gestos de Páez a la tribuna y los gritos de la afición que le reclamaban su nepotismo, propiciaron la posterior renuncia. Para el preparador, sin embargo, fueron los medios de comunicación los que alentaron su salida. Aun hoy, cuando todo puede verse desde la distancia, el actual DT de Millonarios de Bogotá mantiene que el periodismo venezolano fue desagradecido con su legado y disparador de un clima de crispación en la opinión pública que acabó forzando su final.

¿Fue así? La realidad indica que en la historia de la selección nunca un técnico recibió tanto respaldo mediático como Páez. Elegido incluso en contra de la propia voluntad de Rafael Esquivel, los resultados fueron consolidando su proyecto. Pocos se atrevían a discutirlo y sus decisiones eran palabra santa. En sus encuentros con los medios hubo centenares de episodios esperpénticos que, amparados por la bruma de la euforia, eran vistos como anécdotas. ¿Cuántas veces apareció algún comunicador ataviado de vinotinto para dedicarle loas o aplaudirlo en público después de una victoria? ¿Cuántas otras se produjeron respuestas destempladas del técnico tras una pregunta incómoda? En aquel entonces, como en el presente, había relaciones de complicidad entre el estratega y algunos representantes de los medios, así como grupos que lo cuestionaban desde una posición seria y otros que optaron por ubicarse en el extremo opuesto a la genuflexión.

A Páez le pasó factura el propio fútbol, que tiene sus leyes. Nunca el periodismo. Como tampoco ocurrió con sus antecesores. A José Omar Pastoriza, Eduardo Borrero, Rafa Santana o Ratomir Dujkovic no los sacó de escena una nota en un diario o un reportaje de televisión. Sus empresas concluyeron cuando los logros deportivos no cumplieron con las exigencias. Con mucha menor rimbombancia, hubo en aquellos años enfrentamientos de los seleccionadores con la prensa que poco trascendieron. Fue lo ocurrido en la cancha lo que marcó la bajada de telón en cada caso, no el poder de la crítica periodística. O de sus fantasmas, que muchas veces generan niveles risibles de paranoia.

En la relación actual entre César Farías y los medios hay mucho de repetición histórica. Y responsabilidades compartidas. El entorno se hipertrofió, el crecimiento abarca diferentes niveles, pero subsisten vicios similares a los del pasado. Todos tenemos que avanzar y ubicarnos en el lugar que nos corresponde. Los unos, para entender lo que representa dirigir al equipo de todos los venezolanos; los otros, para comprender lo que distingue al verdadero comunicador del hincha iracundo. La preparación para llegar a un Mundial no solo corresponde a los jugadores.