Los males de la Vinotinto parecen responder, en este período de refundación que inició en 2010, a una fórmula sobre la que se centra el debate y la crítica: 4-3-3. El sistema con el que trabaja el cuerpo técnico de la selección surge como argumento fundamental de todos los yerros y su ejecución es vista como materia de hombres de ciencia, y no como la simple esquematización de una manera de jugar que no requiere de intérpretes superdotados.
Venezuela cayó en sus dos últimos encuentros de preparación (ante Panamá y Colombia) con este dibujo táctico. Y con el mismo ganó y empató partidos ante rivales de distinto calado. Ni en un caso ni en el otro cabe la sobredimensión de los resultados.
¿Dónde estuvieron las certezas y dónde las lagunas de la selección en su duelo del pasado viernes en Puerto La Cruz? En el listado de las primeras, obliga la mención a cuatro nombres que resultan básicos en este relanzamiento: Renny Vega, Tomás Rincón, Juan Arango y Ángel Chourio. Vega ratificó su condición de número uno y, por características, es el que mejor se amolda a la idea de arquero-líbero; Rincón dejó claro que es indiscutible como 5 y que nadie como él tiene la capacidad para barrer la zona en la que se desempeña, aportando carácter y despliegue físico; Arango mostró su compromiso con el concepto, funcionó en la nueva demarcación que le fue asignada y evidenció liderazgo, una novedad que se cargará de valor cuando haya que jugar por los puntos; y Chourio volvió a ser el mejor de todos, amoldando sus condiciones a las diferentes responsabilidades que le fueron asignadas. Esa es la base, más allá del modulo elegido para enfrentar a los rivales.
Hay problemas evidentes de funcionamiento que exceden al discurso. La selección quiso presionar arriba, intentar manejar la pelota en terreno enemigo y reducir su bloque a un espacio no mayor de 40 metros. A Colombia le bastaron 10 minutos para desactivarla. Contrario a la idea generalizada, a la Vinotinto le costó más atacar que defender. Y fue por las deficiencias que tuvo en el apartado ofensivo que acabó por mostrarse predecible con el balón y vulnerable sin él. Con tanta distancia entre líneas, con el equipo partido en dos, hubo franjas libres de más que acabaron jugándole en contra. Por un lado, porque se amplió el espacio a recorrer por los hombres del medio; por el otro, porque los visitantes pudieron moverse en ese territorio y sacar ventaja de cada ataque, incluso en inferioridad numérica.
Claro que hubo desacoples defensivos y malos movimientos de salida y relevos, pero en descargo de los zagueros siempre es más complicado cumplir con la responsabilidad cuando debes recular y el oponente cuenta con franjas amplias para explotar su velocidad.
La implementación del sistema requiere que el colectivo mantenga estrecho el bloque. Solo así se hace efectiva la presión y la ocupación de espacios para recuperar y elaborar. Después, es preciso que haya mucho movimiento en las zonas de definición de volantes y delanteros, con circulación rápida, para poder alterar las posiciones defensivas del rival. Lo que hizo Colombia se va a repetir en la competencia: selecciones que esperarán con mucha gente cerca del borde de su área, dispuestas a montar transiciones rápidas para hacer daño en la contra.
¿Es momento de probar otra cosa? El margen de mejora es amplio y los tiempos hasta la Copa América de 2011 todavía permiten hacer uso de una cuota de crédito. Pero los intereses ahogan y es preciso que acabe de tomar forma la idea para convencer y que aparezca la confianza. Si el 4-3-3 suma 10, nadie reparará en cómo se ordenen los factores.