Una nueva generación de entrenadores se abre paso en el fútbol venezolano. Se trata de una grey que vivió sus días de esplendor en pleno nacimiento del boom vinotinto y que, en buena medida, contribuyó a gestarlo. Algunos tienen para contar gestas recientes; otros aún conservan el olor a linimento y vestuario en sus recién estrenados ropajes.
Ceferino Bencomo y Rafael Dudamel formaron parte del grupo que el fallecido Víctor Pignanelli llevó a Chile para disputar la Copa América de 1991. Los dos eran suplentes pero ya despuntaban en el torneo local. Ambos se enfrentaron por primera vez el sábado, como timoneles de sus cuadros, en el estadio Olímpico de la UCV.
Bencomo fue una grata aparición en el lateral derecho del Deportivo Italia a finales de la década de los 80 y llegó al Caracas, de la mano de Manuel Plasencia, para firmar una lustrosa trayectoria en la que abundaron los títulos. Dudamel fue un prodigio de precocidad y virtudes, que se adueñó del arco de la Universidad de Los Andes cuando apenas abandonaba la adolescencia.
Ceferino estuvo en la selección que, también con Pignanelli como entrenador, dejó al Brasil de Cafú y Roberto Carlos fuera de los Juegos Olímpicos de Barcelona ‘92. Era un defensor callado pero de mucho temperamento, con una capacidad física notable para aportar ida y vuelta desde su demarcación. En su largo ciclo como jugador del Rojo aprendió de gente como el propio Plasencia, Vladimir Popovic o Noel Sanvicente, a los que ayudó a sumar coronas. No alcanzó a vivir los grandes momentos de gloria del equipo nacional, pero se mantuvo como una referencia para las nuevas camadas que fueron llegando al Caracas. A su retiro inició el camino de la autoformación en las divisiones menores encarnadas y tomó la posta de Sanvicente para consagrarse campeón. Fue la décima vuelta olímpica del conjunto que más estrellas acumula en el país.
Dudamel inició pronto su carrera internacional. Sus condiciones y capacidad de trabajo, amén de una personalidad que le permitió ganarse un lugar por encima de los prejuicios, lo convirtieron en el primer futbolista venezolano que triunfó en el exterior. En una época en la que el mercado ofrecía menos posibilidades para los jugadores locales, el yaracuyano se impuso y vistió las camisetas de varios grandes en Colombia. Con el Deportivo Cali participó de una final de Copa Libertadores y fue un precursor en la liga de Suráfrica.
Miembro de la recordada “generación de Mar del Plata”, a Dudamel se lo asocia con el inicio del período más exitoso en la historia de la selección. En sus registros figuran varios nombres ilustres de preparadores que lo tuvieron en su plantel y le transmitieron enseñanzas: Richard Páez, Álvaro Gómez, Ratomir Dujkovic, Cheché Hernández, Luis Augusto García, Ángel Cappa. De todos tomará conceptos y armará su propia puesta en escena en este camino que ahora labra con Estudiantes de Mérida.
José de Jesús Vera, con Ruberth Morán en su equipo de trabajo, dirige a Zamora. Leonardo González asiste a Pedro Vera en la dirección de Trujillanos. Y Eduardo Saragó, sin haber cumplido los 30 años de edad, ya sabe lo que es la trascendencia.
Todos han podido incorporar elementos en su formación que construyen un nuevo perfil del DT criollo, mucho más informado, con acceso a métodos modernos de entrenamiento y preparación física, y una disposición para el manejo de los grupos en el que la información es tan importante como el liderazgo.
Bencomo, Dudamel, Saragó, Chuy, Ruberth, Leo González. No se trata de una mirada nostálgica sino de un anuncio venturoso.