La victoria sobre Honduras en San Pedro Sula fue, por encima del marcador, un excelente banco de pruebas para confrontar el discurso de César Farías con hechos reales. Y, por funcionamiento, despliegue y algunas prestaciones individuales, el resultado fue favorable. La respuesta colectiva de la Vinotinto arrojó aspectos positivos y permitió una lectura más amplia acerca de aquello que el entrenador nacional proclama. Algunos conceptos relacionados con la elaboración del juego y el comportamiento defensivo, más allá de la actitud y el temperamento, siguen en fase embrionaria.
El sistema, tomado como bandera por Farías, aprobó con buena nota ante un rival que planteó exigencias. Los días de trabajo y los constantes ensayos al frente de un plantel joven e inexperto comienzan a dejar ideas en limpio. Este año de transición, con escasas fechas FIFA, debe servir para afinar ideas, depurar el talento y establecer un plan de vuelo para cuando se juegue por los puntos. Hasta aquí, todo sigue una línea coherente, pero no está cerrado el debate respecto a cómo se encarará el futuro inmediato.
En Honduras se vio a una selección comprometida, que hizo del pressing constante, la circulación rápida, el despliegue y la agresividad bien entendida, sus señas de identidad. Supo ahogar a su oponente y someterlo a un acoso que bien pudo proporcionarle un marcador más sólido al terminar el primer tiempo. Allí estuvieron sus notas más altas. Y podría decirse que, hasta el 1-0, fue más que un rival cuya base disputará el Mundial de Suráfrica en junio.
Colocar la primera línea de presión a pocos metros del arco hondureño fue una novedad. Tanto como animarse a buscar soluciones en ataque con disparos de media y larga distancia cuando las sociedades no generaban espacios en la zona de definición. Recuperar la pelota en cancha contraria es una apuesta osada que requiere de un gran desgaste físico y de un manejo acertado del balón en espacios reducidos. Sobre lo primero no quedaron dudas; sobre lo segundo, hubo lagunas, dificultades de conducción y elaboración, que derivaron en pérdidas de posesión y contragolpes en situación de desventaja numérica.
Para que la propuesta de Farías tenga éxito todas las líneas deben presionar hacia adelante. Si los delanteros tapan la salida del rival, los volantes deben bloquear a los posibles receptores y los zagueros ubicarse sobre la línea que divide el terreno. Esos movimientos, que reducen o amplían el bloque en función de lo que demande la acción, todavía no han cuajado. Se percibe la intención, pero aún no es una puesta en escena elaborada.
Que la selección se haya tirado tan atrás después de ponerse en ventaja fue una debilidad, independientemente de que el rendimiento colectivo para mantener el triunfo haya sido correcto. Con el equipo tan cerca del arco propio, la tentación de apelar al pelotazo apareció una y otra vez, con escaso éxito.
El 4-3-3 no puede convertirse en una camisa de fuerza. El técnico debe ser capaz de modificar de acuerdo a los jugadores de los que disponga en cada momento o lo que demande el partido. Con otras piezas se puede proyectar a una Vinotinto que pelee en la próxima eliminatoria siguiendo ese esquema. Sin embargo, será difícil alcanzar cotas altas de volumen de juego sin laterales que se sumen a la elaboración y mediocampistas con mejor pie que garanticen una tenencia prolija. Hay un espacio en el que el futbolista debe trascender a la pizarra y asumir el protagonismo. Creer en la idea del entrenador, pero también en sus propias facultades. Para fortuna de Farías, esos elementos tienen nombre y apellido.