lunes, 21 de enero de 2013

Manual para exitosos

La palabra fracaso apareció como flecha envenenada para tumbar al objetivo. El tiro libre de Juan Pablo Añor en la agonía del partido contra Uruguay pudo derivar el término en gesta. En un chasquido. La imprevisibilidad como medida. El azar como disparador del ego que tiene al éxito como divisa. Sobran los matices. Es blanco o es negro. El arco se tiempla y es cuestión de segundos: la pelota entra o apenas se va afuera. La presa vive o cae herida de muerte. 

La Vinotinto Sub 20 quedó fuera del hexagonal final en el Sudamericano de Argentina después de una actuación con matices: correcta en el arranque, pobre contra Perú, estéril ante Brasil y suelta frente a la Celeste. La preparación y la experiencia competitiva del grupo en primera división le dieron alas al sueño de clasificar al Mundial de Turquía. Se le colocó una losa pesada a una grey que está en proceso de formación y el funcionamiento no alcanzó cotas altas. 

Pero, ¿fracaso? No hay manera inmediata de determinar el valor de una generación. La de 2009, pionera en las Copas del Mundo juveniles, solo dejó a José Salomón Rondón como jugador de élite. La evolución posterior, el reto de poder sobrevivir y figurar en la alta competencia llega después. De allí que resulten ventajistas las comparaciones. Tanto como colocar a Añor en el centro del debate por su no titularidad en las tres primeras presentaciones. 

Responsabilidades sí. Para el cuerpo técnico y para los futbolistas. En un caso por no conseguir, con tiempo y respaldo, que el equipo mostrara una estructura sólida. No la tuvo para atacar y tampoco para defender, si bien lo que más aparezca resaltado sea lo primero por el calado de los hombres de esa zona. La tarea del entrenador pasaba por potenciar a sus piezas más determinantes y faltó organización para eso. En cuanto a lo segundo, hubo jerarquías asumidas que no aparecieron en la cancha. Galones impuestos sin batallas ganadas. 

El choque de la despedida contra Uruguay tiene mucho de coartada. Fue la mejor presentación de la selección en el torneo, pero con muchos condicionantes. El trámite fue abierto por las necesidades de ambos, con espacios amplios que fueron muy bien aprovechados. Añor completó una jornada inolvidable por su asistencia, su gol y por la huella que dejó en quienes pudieron verlo: se trata de la mejor noticia que dejó este certamen para Venezuela. Fue la flor que nace en la roca. 

Más que sus condiciones técnicas y el conocimiento que tiene del juego, al menor de la familia Añor le sobró temperamento. No necesitó de charreteras para comandar a la tropa. Y desde ese carácter empujó a sus compañeros a pelear el partido con ambición y un mapa de ruta que lleva adosado en el apellido. Fuera de Josef Martínez, involucrado ya con los mayores, fue el pequeño volante del Málaga B quien más se proyectó como futura realidad. 

Estos ciclos de vida corta dejan eso por encima de los objetivos deportivos. De allí que, a partir de una mirada más humilde, convenga valorarlo en su justa medida. 

Los alpinistas dedican meses de acondicionamiento para escalar las cumbres. Preparan el cuerpo y la mente para el desafío de retar a la naturaleza. Delante de la inmensidad de la montaña, inician la subida con el respeto que el reto representa. Una mala decisión o una tormenta inesperada a pocos metros de la cima pueden deshacer el plan y encontrar la muerte. Los que llegan a lo más alto celebran la conquista; los que no, celebran la vida. No existe el fracaso. 

Columna publicada en el diario El Nacional (21/01/2013)