lunes, 25 de junio de 2012

Moda española

La Eurocopa de Polonia y Ucrania ha dejado claro en su desarrollo la enorme influencia del modelo español de juego. Socio del Barcelona en la tendencia, su propuesta incorpora elementos tácticos del prototipo azulgrana, aderezados con el toque de autor que le da su DT, Vicente Del Bosque. La incidencia puede medirse en dos dimensiones: la que influye directamente en el modo de expresarse de otros seleccionados y aquella vinculada a la desnaturalización a la que son inducidos sus rivales en la búsqueda de antídotos que desactiven al campeón del mundo. 

Alemania ha hecho del manejo de la pelota una declaración de intenciones. Al espíritu combativo que los hizo reconocibles durante décadas, añadieron una disposición a establecer sociedades en todos los sectores de la cancha que modificaron su perfil tradicional. Se trata de un proceso de años que alumbró futbolistas que aúnan dinámica y buen pie, en el que hasta arquero y defensores deben integrarse. Los mediocampistas asumen roles protagónicos, los zagueros dan el primer pase, los laterales participan de la elaboración y los tradicionales tanques de área no reniegan del toque. Como España. 

La Italia de Cesare Prandelli ha integrado el balón como elemento a partir del cual organizarse y no como un estorbo. La elección de su grupo, con muchos desconocidos para el gran público, es coherente con esa idea. Una línea une a De Rossi, Pirlo y Cassano, el santo grial de un equipo que rompe con los estereotipos. Sin imitar a los españoles, incorpora conceptos validados por el éxito hispano. 

Hay más ejemplos. Francia recobró parte de la identidad perdida con Laurent Blanc al frente tras el ciclo oscuro de Raymond Doménech. Y hasta Ucrania, tan marcada durante décadas por el corsé de un fútbol mecanizado y rígido, mostró una versión alegre y desenfadada. Konoplyanka, Yarmolenko o Nazarenko manejan la misma lengua de Xavi, Iniesta o David Silva. 

Enfrentar a España provoca movimientos y remezones en sus oponentes. Italia armó un esquema de tres defensores y fortaleció la progresión por los costados, con muy buenas prestaciones. Otros no tuvieron la misma suerte. Los franceses, eliminados por la banda de Del Bosque en cuartos de final, se hicieron inocuos en su empeño por desactivar a un equipo al que le sobran registros de juego. La enorme sombra de los monarcas anima aventuras y genera frustraciones casi en la misma proporción. 

La metamorfosis española en el último lustro abarca un elemento adicional, apenas considerado por los analistas: su cambio radical de mentalidad. Como ocurrió con la Vinotinto en el inicio de su período más luminoso, España dio un salto competitivo a punta de derribar estigmas. Los triunfos obraron como guía religiosa para convencerse de su propio potencial. Hoy resuelve los partidos con oficio, adaptándose a cambios discursivos, renovaciones generacionales y un entorno nocivo que alimenta debates mal argumentados. 

Como suele ocurrir con aquello que establece transformaciones sustanciales en el estado de cosas, el tiempo será la mejor medida de su impacto. Lo que identifica a esta selección (el juego posicional, la posesión defensiva, la preponderancia de los volantes o el ejercicio de la presión fundamentada en la ocupación de espacios) serán definiciones de obligada referencia a futuro. 

La moda española, con sus cultores y antagonistas, sigue estableciendo conductas. Incluso en quienes no perciben que el solo hecho de discutirlo ya los hace parte. 

Columna publicada en el diario El Nacional (25/06/12)

lunes, 18 de junio de 2012

La otra dimensión

Toda crisis genera cambios. Las coyunturas obligan a reflexionar y pueden representar áreas de oportunidad aprovechables si se interpretan del modo correcto. La selección volvió a ceder ante Chile en las eliminatorias como viene ocurriendo en los últimos cuatro procesos clasificatorios. Tras meses de euforia, los tiempos del escepticismo regresaron como el hijo pródigo. Los debates se alimentan de sentencias poco argumentadas, y la falta de equilibrio en el análisis traslada escenarios históricos que no tienen punto real de comparación. 

Venezuela sufrió su primera derrota en casa en el camino hacia Brasil 2014 contra el equipo que siempre le dio un toque a tierra. Partiendo de este hecho objetivo pueden establecerse paralelismos en positivo o en negativo. En el primero de los casos, que el porcentaje de puntos obtenidos como local en una primera vuelta es el mejor de la historia (66%); en el segundo, que siempre el choque contra los chilenos representó la alcabala inaccesible, el punto de partida de la caída inminente y el desvanecimiento de los sueños mundialistas. 

Hay suficientes señales para pensar que la Vinotinto –jugadores y cuerpo técnico– hará la mejor digestión posible de este tropiezo. No se trata de una frase cliché. El bache en Puerto La Cruz no debe producir el mismo efecto que los anteriores si se atiende a una realidad inobjetable: nunca se dispuso de tantos recursos humanos con el nivel y la madurez para competir en la exigencia del premundial suramericano. La línea evolutiva de la idea que este grupo adoptó con excelentes prestaciones debe acelerar el paso hacia el siguiente estadio de crecimiento. 

La clave del “plan B” que la opinión pública reclama cuando sobreviene un mal resultado está en la ejecución de variantes que permitan resolver encuentros en los que es preciso tomar la iniciativa para atacar los puntos débiles del rival. Entender e interpretar los momentos de cada compromiso y explotar en cada caso las características de un plantel profundo que ofrece variedad de registros. 

Ha habido fogonazos de eso, episodios aislados desde el momento en que la escuadra nacional consolidó su propuesta. El proceso de César Farías transita por su quinto año, pero el afianzamiento en el juego se produjo hace doce meses en Argentina. Desde entonces se ha visto una intención por dotar al colectivo de herramientas ofensivas que aparecieron de forma episódica: el segundo enfrentamiento contra Paraguay en la Copa América; períodos prolongados ante Argentina y Bolivia en estas eliminatorias; el amistoso contra Moldavia (aun con los condicionantes del caso); la etapa de complemento en Montevideo. 

La selección se hizo confiable a partir de su solidez defensiva, tanto como inconstante en la faceta de elaboración y ataque. Los balones largos para los delanteros como fórmula ofensiva son un sello distintivo en los prototipos construidos por Farías, pero está demostrado que estos futbolistas son capaces también de administrar la pelota y sumar mucha gente en terreno oponente. El entrenador ha sabido valerse de esas opciones cuando el trámite lo ha exigido. Así pasó en el Centenario y fue lo que más se extrañó en el José Antonio Anzoátegui. 

Desde un enfoque unidimensional, la búsqueda del objetivo plantea más interrogantes que certezas. La ruta hacia una fase más profunda, escala siguiente en el trayecto de los próximos meses, puede darle forma definitiva a la utopía. 

Columna publicada en el diario El Nacional (18/06/2012)

lunes, 11 de junio de 2012

Rincón marca el rumbo

Enfrentar a Chile sin Tomás Rincón en la cancha fue un desafío para la Vinotinto. Suplir al segundo capitán de la selección requería de un ejercicio grupal que mantuviese el equilibrio defensivo y empujara al equipo algunos metros más hacia adelante para hacer contrapeso al buen manejo de balón visitante. La misión tuvo puntos altos de rendimiento en el primer tiempo, pero capituló en el segundo cuando el desgaste de perseguir rivales amplió las franjas de maniobra. El martillo chileno golpeó con fuerza para mantener el dominio en estos duelos y abrir un margen de autocrítica a tres meses de la reanudación de la eliminatoria. 

Giácomo Di Giorgi mostró su valía en Montevideo y le puso el pecho a las balas en Puerto La Cruz. Pero acompañar a Rincón implica unas obligaciones y ocupar su lugar, otras. De lo primero se sale ileso si se entienden las claves para repartirse el terreno y compatibilizar funciones; para lo segundo hay una responsabilidad mayor que hace injustas las comparaciones. El hombre del Hamburgo no es un apellido más en una formación que se mienta de memoria. Resulta absurdo emprender un concurso de credenciales para hallar a su clon. Quizás sí se imponga una alternativa para conseguir certezas desde el funcionamiento y no a partir de la designación de un sucesor para cuando el tachirense no pueda comparecer. 

Venezuela no fue capaz hace dos noches de interpretar el partido. Lo que ha sido una virtud en este período exitoso reciente, derivó en tara irresoluble. Con responsabilidades compartidas, las mismas que se atribuyen en el triunfo, no hubo soluciones a la descompensación de la etapa de complemento cuando el equilibrio se fue resquebrajando con cada arremetida de camisetas blancas. Se aumentaron los riesgos para buscar al visitante en su territorio, pero la piel de zapa recibida a cambio se fue reduciendo mientras se engrandecían las figuras de Matías Fernández, Alexis Sánchez y toda la maquinaria del campeón Universidad de Chile, campamento base en el plantel de Claudio Borghi. 

Esta vez las variantes no sirvieron para mejorar a la selección como ocurrió hace nueve días en el estadio Centenario. Lejos de eso, los cambios le quitaron peso y tuvieron como respuesta acertados movimientos de piezas de Borghi. Ni hubo cómo parar la propuesta avasalladora del rival, ni antídotos para atacarlo con más criterio. En la ambigüedad acabó sentenciándose la derrota: sin control del partido para mantener el orden y sin balón para generar preocupación en el arco de enfrente. Un despropósito que las modificaciones no resolvieron; por el contrario, la lectura acabó entregándole la capitulación a Chile, implacable en su respuesta. 

El nivel actual de la Vinotinto incrementa las exigencias. Del entorno, porque aspira a clasificar al Mundial con bases firmes; y de su propio ecosistema, en el que solo sobreviven los más aptos. Corresponderá medir en este tiempo quiénes están en condiciones reales de competir con los parámetros que la eliminatoria más dura del planeta demanda. Para los sembrados, la revalidación tiene que ser constante; para los que quieren ganarse un lugar entre los elegidos, el listón debe elevarse por encima de las fidelidades. 

Para los encuentros contra Perú y Paraguay del próximo mes de septiembre, Tomás Rincón volverá al lugar que le corresponde. Apelando al espíritu de superación constante del tachirense, serán buenos tiempos también para que la selección vuelva al punto de partida. 

Columna publicada en el diario El Nacional (11/06/2012)

lunes, 4 de junio de 2012

Tiempos de madurez

El estadio Centenario de Montevideo encumbró a toda una generación de jugadores hace ochos años. En 2008 fue testigo del debut oficial de César Farías como seleccionador y el inicio de una transición que renovó a un grupo de históricos y le entregó el testigo a la grey del presente. Uruguay y su mítico recinto volvieron a aparecer el pasado sábado para presenciar el paso a la adultez de una selección que entusiasma al país, moviliza aficionados por todo el continente y alimenta con bases lógicas el sueño mundialista. 

Juan Arango es el hilo que une cada uno de esos hitos. El capitán vinotinto simboliza la evolución y el carácter de un equipo que aprendió a competir. A partir de un liderazgo ejercido desde la disciplina y el silencio, Arango fue el mejor predicador de la idea de Farías y su principal valedor. Una vez alcanzado el convencimiento en la ruta a seguir, los obstáculos fueron cediendo terreno ante el empuje de las convicciones. Y el grupo se fue galvanizando en la medida que los resultados le dieron crédito al proyecto de su conductor. 

El empate contra la Celeste ofreció más elementos para entender el grado de consolidación de la Vinotinto y su capacidad de adaptación a las distintas situaciones del juego. Primero ejecutó con solvencia el plan para desactivar al campeón de América hasta el gol de Diego Forlán. Allí mostró su rostro más pragmático, ocupando franjas, cerrando pasillos y minimizando el grado de influencia de los hombres más determinantes del rival. Después, cuando el marcador le impuso otras condiciones a su propuesta, apareció la versión más agresiva, implicada en la búsqueda del arco enemigo, llena de variantes para ocupar la cancha charrúa y cambiar radicalmente la dinámica del encuentro. 

Cada pieza engrana y se complementa con las otras. La implicación colectiva trasciende al peso de las individualidades. Los egos ceden paso al bien común. Es así como se explica y debe interpretarse este presente. 

Si Arango es capaz de sacrificarse para tenderle una mano a Roberto Rosales, con el perfil cambiado y a muchos metros de su zona de confort. Si Fernando Amorebieta pelea cada pelota como si fuese la última y Tomás Rincón se implica para jugar con dolor, se crea un ecosistema que rechaza todo aquello que se oponga al espíritu solidario del grupo. Esa condición, que no puede medirse con estadísticas, es una fuerza que empuja hacia el éxito. 

Farías creció también al amparo de la selección. Ha sido una relación simbiótica que elevó el estatus del técnico nacional y lo llenó de crédito. Su método entró con sangre y pasó períodos duros, pero hoy vive la etapa más plácida en casi un lustro. Apartando gustos, la idoneidad del timonel no está sometida a debate. 

Los jugadores elevaron los niveles de exigencia por el roce en ligas del extranjero y el DT correspondió con preparación y planificación a la altura de esas demandas. Unos y otros se obligaron a evolucionar, con el beneficio palpable para la selección. 

Sin espacio apenas para disfrutar del punto logrado en el Centenario, llegará Chile para renovar el examen constante de las virtudes construidas. La eliminatoria obliga a no regodearse en la euforia. El pasado dejó suficientes lecciones para entender cómo se puede pasar del júbilo a la decepción en pocos días. Entender y trascender ese hecho es lo que puede marcar la diferencia entre animar la disputa por un objetivo y conseguirlo. Estos tiempos de madurez le dan alas al optimismo. 

Columna publicada en el diario El Nacional (04/06/2012)