lunes, 26 de abril de 2010

Trascender al sistema


La victoria sobre Honduras en San Pedro Sula fue, por encima del marcador, un excelente banco de pruebas para confrontar el discurso de César Farías con hechos reales. Y, por funcionamiento, despliegue y algunas prestaciones individuales, el resultado fue favorable. La respuesta colectiva de la Vinotinto arrojó aspectos positivos y permitió una lectura más amplia acerca de aquello que el entrenador nacional proclama. Algunos conceptos relacionados con la elaboración del juego y el comportamiento defensivo, más allá de la actitud y el temperamento, siguen en fase embrionaria.

El sistema, tomado como bandera por Farías, aprobó con buena nota ante un rival que planteó exigencias. Los días de trabajo y los constantes ensayos al frente de un plantel joven e inexperto comienzan a dejar ideas en limpio. Este año de transición, con escasas fechas FIFA, debe servir para afinar ideas, depurar el talento y establecer un plan de vuelo para cuando se juegue por los puntos. Hasta aquí, todo sigue una línea coherente, pero no está cerrado el debate respecto a cómo se encarará el futuro inmediato.

En Honduras se vio a una selección comprometida, que hizo del pressing constante, la circulación rápida, el despliegue y la agresividad bien entendida, sus señas de identidad. Supo ahogar a su oponente y someterlo a un acoso que bien pudo proporcionarle un marcador más sólido al terminar el primer tiempo. Allí estuvieron sus notas más altas. Y podría decirse que, hasta el 1-0, fue más que un rival cuya base disputará el Mundial de Suráfrica en junio.

Colocar la primera línea de presión a pocos metros del arco hondureño fue una novedad. Tanto como animarse a buscar soluciones en ataque con disparos de media y larga distancia cuando las sociedades no generaban espacios en la zona de definición. Recuperar la pelota en cancha contraria es una apuesta osada que requiere de un gran desgaste físico y de un manejo acertado del balón en espacios reducidos. Sobre lo primero no quedaron dudas; sobre lo segundo, hubo lagunas, dificultades de conducción y elaboración, que derivaron en pérdidas de posesión y contragolpes en situación de desventaja numérica.

Para que la propuesta de Farías tenga éxito todas las líneas deben presionar hacia adelante. Si los delanteros tapan la salida del rival, los volantes deben bloquear a los posibles receptores y los zagueros ubicarse sobre la línea que divide el terreno. Esos movimientos, que reducen o amplían el bloque en función de lo que demande la acción, todavía no han cuajado. Se percibe la intención, pero aún no es una puesta en escena elaborada.

Que la selección se haya tirado tan atrás después de ponerse en ventaja fue una debilidad, independientemente de que el rendimiento colectivo para mantener el triunfo haya sido correcto. Con el equipo tan cerca del arco propio, la tentación de apelar al pelotazo apareció una y otra vez, con escaso éxito.

El 4-3-3 no puede convertirse en una camisa de fuerza. El técnico debe ser capaz de modificar de acuerdo a los jugadores de los que disponga en cada momento o lo que demande el partido. Con otras piezas se puede proyectar a una Vinotinto que pelee en la próxima eliminatoria siguiendo ese esquema. Sin embargo, será difícil alcanzar cotas altas de volumen de juego sin laterales que se sumen a la elaboración y mediocampistas con mejor pie que garanticen una tenencia prolija. Hay un espacio en el que el futbolista debe trascender a la pizarra y asumir el protagonismo. Creer en la idea del entrenador, pero también en sus propias facultades. Para fortuna de Farías, esos elementos tienen nombre y apellido.

lunes, 19 de abril de 2010

Amorebieta y Jeffren pueden ser vinotintos


Crackovia es el nombre de uno de los programas de mayor audiencia en TV3, el canal más importante de la televisión catalana. El espacio caricaturiza a distintos personajes del fútbol español, con especial preponderancia en el entorno del Barsa. En un sketch emitido recientemente, aparece Pep Guardiola solicitándole a Carles Puyol que haga una imitación de Jeffren Suárez, el venezolano de 22 años de edad que forma parte del plantel azulgrana y que por esos días celebró su primer gol de la temporada en la Liga (3 de abril, 4-1 vs Athletic de Bilbao).
A Suárez lo identifican como canario porque se crió en Tenerife, pero en todos los registros queda claramente establecido su lugar de nacimiento (Ciudad Bolívar, Venezuela). Lo mismo en el caso de Fernando Amorebieta, el defensor central del Athletic, quien vio la luz hace 25 años en Cantaura, estado Anzoátegui.
Amorebieta fue contactado por César Farías en una visita a España hecha por el seleccionador en 2008. El técnico quiso integrar al zaguero en sus planes e incluso se anunciaron gestiones por parte de la Federación para conseguir que su caso fuese revisado por la FIFA. Semanas más tarde Vicente Del Bosque, en su estreno como entrenador de España, lo llevó a un amistoso contra Dinamarca en Copenhague en el que no vio minutos sobre el terreno de juego.
El caso de Jeffren ­­­­­­–quien jugó para las selecciones menores de España­­– estuvo marcado por un cruce de declaraciones entre Farías y el jugador, azuzado por las dudas que el primero mostró para aceptar una eventual convocatoria. Sin embargo, en la edición de El Nacional del 23 de diciembre de 2008, el futbolista afirmó: “Me hace mucha ilusión defender los colores del país donde nací y donde tengo a mi familia”. A lo que añadió: “El míster (César Farías) me ha negado la camiseta de la selección”. El episodio continuó al día siguiente en las páginas de este mismo diario con una frase rotunda del preparador nacional: “El capítulo de Jeffren Suárez con la selección está cerrado”.
La limitante proveniente de la normativa FIFA, que en su momento impidió el llamado de Amorebieta y se convirtió en un escollo infranqueable para Suárez, ya no es un obstáculo. En la última modificación hecha a las directrices del máximo ente del fútbol mundial, se suprimió el límite de los 21 años para tramitar el cambio de asociación. La nueva versión del artículo 18 correspondiente al Estatuto sobre el Jugador (agosto de 2009), reza lo siguiente: “Un jugador podrá ejercer el derecho a cambiar de asociación sólo si no ha jugado (parcial o completamente) en un partido internacional ‘A’ de una competición oficial representando a la asociación en que se encuentra, y si en el momento de su primera participación, parcial o completa, en un partido internacional de una competición oficial representando a la asociación en que se encuentra ya posee la nacionalidad del país para cuya asociación solicita la habilitación”.

Si bien cualquier caso que sea planteado ante la FIFA debe ser analizado, no existen trabas reales para que Fernando Amorebieta y Jeffren Suárez se vistan de vinotinto. El parecer del seleccionador en este sentido es importante, pero corresponde a la Federación encaminar los trámites y evaluar la factibilidad en cada caso. La integración de estos elementos no debe quedar sujeta al designio del estratega de turno, cuyo futuro siempre estará a merced de los resultados deportivos. ¿Puede la selección permitirse prescindir de dos elementos que compiten en uno de los torneos de más nivel en el planeta? La respuesta, por obvia, no debería admitir discusiones. Estar o no en Brasil 2014 puede depender de un elemental ejercicio diplomático.

lunes, 12 de abril de 2010

Suráfrica espera por Messi


Lionel Messi acumula méritos para arrasar con todos los trofeos individuales en 2010, tal como hizo el año pasado. Su nivel en el Barsa deslumbra, instala el debate respecto al papel que le corresponde en la historia del fútbol y arrastra en un estado de euforia a los hinchas de su club, auténticos privilegiados que asisten cada semana al alumbramiento de un prodigio del deporte. Al tiempo, y aunque el concepto se desvanezca entre partidos y exigencias que se renuevan cada semana, resulta inevitable proyectar el momento actual del crack hacia la Copa del Mundo, que desde el 11 de junio se disputará en Suráfrica.
El discurso luce gastado por repetido: Messi brilla en un equipo que funciona como una pieza de alta relojería y potencia sus habilidades, casi tanto como desluce con la selección argentina, en la que su talento se minimiza por la falta de una idea de juego que le permita ser el futbolista que admira el orbe.
Así como Josep Guardiola trabaja en el Barsa para que Messi alcance sus cotas más altas de rendimiento, Diego Maradona no ha logrado que la Albiceleste tenga una identidad y, sobre todo, que su elemento bandera sea determinante. Argentina, que en el Mundial compartirá el grupo B con Corea del Sur, Grecia y Nigeria, tendrá aspiraciones limitadas si su número diez es incapaz de explotar; si, por el contrario, aparece la versión que hace menos de una semana acabó con el Arsenal en la Liga de Campeones, será el principal candidato a dar la vuelta olímpica en Johannesburgo el 11 de julio.
No hay un jugador en todo el planeta capaz de ganar un partido por sí solo y dar muestras tan contundentes de superioridad respecto al resto como el zurdo rosarino. Pero que nadie espere que haga milagros.
El Messi de hoy se mueve con libertad en la cancha, por el centro detrás del nueve, con un panorama amplio y el gol más a su alcance. Dejó de ubicarse por el costado derecho como solía hacerlo hasta que su técnico advirtió la necesidad de conseguir variantes. Ya la Pulga había mostrado en encuentros puntuales (como ante en el Real Madrid en el clásico jugado en el Bernabéu la campaña pasada) lo bien que le calzaba ese rol. Su cuota goleadora aumentó exponencialmente desde entonces.
Hristo Stoichkov declaró la semana pasada en un programa de la televisión catalana que ahora Messi se desgasta menos y administra mejor sus esfuerzos. “Moverse por la banda implica correr más metros para aproximarse al área, el arco queda más lejos”. Y el búlgaro, que era un especialista en el juego por los costados, sabe de lo que habla.
Argentina ha obtenido buenos resultados en los encuentros no oficiales que ha sostenido bajo la conducción de Maradona contra rivales de cierto calado. España lo superó con amplitud en noviembre pasado, pero obtuvo triunfos frente a Escocia, Francia, Rusia y Alemania. Siempre mostrando un perfil defensivo, contragolpeador y con Messi claramente desencajado de esa estructura. En eso, la disposición táctica tiene un peso, pero también será importante la química que surja entre el preparador y su pieza más preciada, tal como ocurrió con el mismo Maradona y Carlos Salvador Bilardo en México 86.
Maradona no es un entrenador de oficio. Cumple con un anhelo personal, pero ha tenido que aprender a ser técnico sobre la marcha. Si consigue armar un equipo y rodear bien a su principal referente, se graduará con honores en Suráfrica. Teniendo a disposición a varios nombres que brillan en las ligas más importantes de Europa, no parece una tarea ciclópea emular a gente como Franz Beckenbauer, campeón del mundo en el césped y en el banquillo.
Si el Messi del Barsa aparece en la tierra de Nelson Mandela, Argentina podría celebrar la conquista de su tercera corona universal.

lunes, 5 de abril de 2010

El gusto por la belleza


Barsa y Arsenal se medirán mañana en esta ciudad por los cuartos de final de la Liga de Campeones. Será el choque de vuelta de la serie entre dos equipos que defienden valores comunes, apegados a un estilo en el que la estética y la eficacia cohabitan en armoniosa convivencia. La semana pasada, en el Emirates Stadium de Londres, hubo momentos de juego excelso y emociones que generaron el consenso global, al menos por una vez, respecto a lo que se entiende por jugar bien. Tras esa puesta en escena, hubo poco margen para debatir sobre la eterna dicotomía entre ganar y ofrecer un espectáculo que llene los ojos tanto de adeptos como de antagonistas.
Días antes del duelo en la capital inglesa, Arsène Wenger –el entrenador francés que produjo una revolución en el Arsenal desde su llegada en 1996– ofrecía unas declaraciones al diario británico The Independent que recogían la esencia de su ideario. “Un gran club debe tener la ambición de ganar con estilo”, proclamaba Wenger con convicción. A lo que añadió: “Un famoso dicho defiende que la única forma de estar en paz contigo mismo es si transformas cada minuto de tu vida en arte. Y el fútbol es arte”.
Con ese estilo Wenger pudo construir un conjunto sólido, con títulos para mostrar y señas de identidad reconocibles allá donde la tecnología traslade la señal televisiva de los gunners. Y en defensa de esos conceptos se ganó también la credibilidad del medio en el que labora después de haber sido menospreciado incluso por algunos de sus antiguos referentes. El técnico galo transformó al cuadro londinense, de tradiciones más bien pendencieras, en una referencia universal y modificó, al tiempo, el paladar de sus seguidores. Una vez más, la búsqueda de la belleza obró el milagro.
Es el camino que en su momento eligió Johan Cruyff cuando se hizo cargo del Barsa a finales de los 80. Y que Pep Guardiola, antiguo jugador suyo y actual preparador azulgrana, llevó al cenit de la perfección. La piel común en estos estrategas, su afán artístico en un entorno que exalta el negocio y la productividad, representa una alternativa que dota al fútbol de elementos estéticos capaces de tocar la sensibilidad del espectador y despertar reacciones disímiles a la pasión básica de quien se fideliza con unos colores.
De allí el valor que tiene el éxito de estas dos propuestas. La elección de esta forma de interpretar el juego es la más dificultosa, pero también la más noble. Se puede optar y alcanzar trascendencia por otros caminos, no siempre en las antípodas del arte, y eso tampoco lo hace despreciable. Sin embargo, en cada caso, subyace un propósito específico y se genera también una respuesta distinta de parte de quien lo recibe sentado en una grada o frente al televisor.
¿Ocurre de una manera diferente en otro tipo de expresiones? Una película puede ser un suceso de recaudación en taquilla con una escasa motivación estética en su discurso. Y revisar la lista de los best sellers en las librerías también puede ofrecer argumentos similares. Pero no son los únicos escenarios posibles, ni la belleza está condenada, en todos los casos, a complacer mercados minoritarios y sibaritas. Cuando se produce la simbiosis y el buen arte deriva en suceso comercial, hay un público agradecido que valora la forma aunque ignore el riesgo de quien eligió una vía ajena a las manidas fórmulas efectistas.  
Mañana, en el Camp Nou, habrá nuevos motivos para reivindicarlo. Barsa y Arsenal paralizarán el planeta con su fútbol atildado y de buen gusto, que masifica esa belleza de la que Arsène Wenger es un cultor y Pep Guardiola un obseso. Será una velada para volver a romper la lógica del sistema y darle el día libre a los estereotipos.