lunes, 19 de diciembre de 2011

El goleador impasible

Llega de puntillas procurando que no chirríen las puertas ni cruja el suelo con sus pasos. Su andar sigiloso lo hace imperceptible a las miradas más escrutadoras. Conoce cada rincón del terreno que pisa y es capaz de andar a oscuras memorizando paredes y muebles. Tiene las coordenadas claras: para sobrevivir en silencio al ruido estridente de la parafernalia futbolera hay que camuflarse en los espacios libres, adiestrar la intuición y ajustar la puntería cuando el rugir del entorno y el galope de las pulsaciones alteran el pulso y nublan la mirada.

Edgar Pérez Greco tiene el perfil de aquellos que escriben la historia con la letra pequeña de los anti héroes. Jugador de amplia capacidad táctica y fino instinto goleador, ha vivido siempre alejado de la rimbombancia. Subvalorado por técnicos y analistas, labró su presente sin apenas alzar la voz. Con el Lara de Eduardo Saragó redondeó el mejor torneo de su carrera y acumuló distinciones para ser electo como la pieza más valiosa del Apertura 2011.

Sus siete goles son apenas un dato si se atiende a los notables registros ofensivos que dejó el equipo. En el detalle, representaron bastante más: cada tanto suyo fue decisivo para resolver duelos incómodos que muchas veces dibujan el límite entre quien celebra y quien lamenta haberse quedado a un paso. Saragó exprimió al máximo su versatilidad: fue centrocampista izquierdo, media punta y hasta volante de primera línea. Un todoterreno que aúna técnica con conocimiento del juego. Como los grandes ejecutantes, no ocupa el espacio sino que aparece en él. Y cuando eso ocurre en el área casi siempre es gol.

Tachirense, nieto de uno de los fundadores del Aurinegro, debutó en el club que lleva en el alma de la mano de César Farías. Más tarde Manuel Plasencia le daría continuidad como segundo atacante por detrás de Alexander Rondón o Anderson Arias. Se hizo imprescindible, superó una dura lesión y acabó adquiriendo ese efímero reconocimiento que los inquilinos de Pueblo Nuevo suelen otorgar a las figuras de la tierra. Una especie de fagocitosis que devora futuros ídolos y de la que solo se libran algunos elegidos.

Al “Flaco” le incomoda la estridencia y su piel es sensible al reproche hiriente de la hinchada. Por eso, después de celebrar con Táchira la séptima estrella y de haber contribuido con un gol en Barinas que definió la final contra Zamora, optó por dar el salto a Cabudare y vivir allí este renacer en su confianza.

Taciturno, apegado a la familia de la que heredó valores muy arraigados en su personalidad, tiene ese saber estar en el que es más importante escuchar que decir. Por eso resulta difícil descifrar sus estados de ánimo y no hay entrenador que pueda testificar un episodio conflictivo con él como protagonista. Ni siquiera Richard Páez, quien le produjo una de las grandes frustraciones de su carrera deportiva. En su primera convocatoria vinotinto para un amistoso contra Uruguay en septiembre de 2006, le dio la alternativa como sustituto de Alejandro Guerra en el segundo tiempo y pocos minutos después lo retiró de la cancha por Gregory Lancken. Una cachetada que abrió un amplio paréntesis, roto con el llamado para el choque contra Costa Rica de este jueves.

Volverá sobre sus pisadas. Invitado a la fiesta del campeón, se irá antes que nadie para refugiarse con los suyos en ese espacio en el que el silencio reconforta. Y aparecerá de nuevo la necesidad de decir sobre el césped lo que su impasibilidad oculta para aquellos que todavía no han aprendido a descifrarlo.

Columna publicada en el diario El Nacional

lunes, 12 de diciembre de 2011

Para alcanzar la belleza

Las lágrimas de Roger Federer delataban su impotencia aquel mes de febrero de 2009. Minutos antes había caído ante Rafa Nadal en la final del Abierto de Australia luego de un partido épico a cinco sets en Melbourne. “No puedo, esto me está matando”, decía entre sollozos el tenista suizo, una de las más grandes referencias en la historia de este deporte. Pero, a pesar de que pasaba por encima de cualquier rival que se le pusiese enfrente en el circuito, siempre aparecía su Némesis española para robarle la gloria en el momento decisivo.

Real Madrid es un gigante universal. Tiene en su plantel a varios de los más grandes futbolistas del momento. Su técnico es el faro que alumbra el camino de muchos de sus colegas en el planeta y en la cancha arrasa con sus pares en la Liga y en Europa. Solo que le tocó coincidir con esta versión revolucionaria del Barcelona, un escalón todavía demasiado alto para cualquiera. 

El Barsa derrumba paradigmas con cada golpe de autoridad. Y lo hace desde la defensa de un estilo único, contracultural y lleno de valores en extinción que se inculcan en su base. Lo que hace es inimitable y resulta inútil cualquier intento por clonar su modelo. Es cierto que cuenta con talentos supremos que transforman los movimientos preestablecidos en piezas corales de enorme contenido estético, pero su esencia se explica en aquello que transmite a quien se integra en su estructura: hay una manera de entender el juego que condiciona la selección de los más aptos y los convierte en intérpretes avezados de una partitura que nadie es capaz de ejecutar igual.

Se comete un despropósito cuando se vincula al equipo de Pep Guardiola con el lirismo. El prejuicio ante lo que no es mesurable construye tópicos inexactos e injustos. La búsqueda de la belleza no se contrapone al rigor y la disciplina. El ballet Bolshoi o una coreografía del Cirque du Soleil se conciben en horas de sudor y ensayos. La maravilla sensorial que generan es la consecuencia; la repetición de pasos, movimientos o maromas son el fondo detrás de la forma.

Barcelona no es el Brasil de 1982 aunque haya mucho de su esencia en la filosofía culé. La magia libre de Sócrates, Toninho Cerezo, Falcao y Zico derivó en esta orquesta sincronizada de Xavi, Iniesta, Messi, Busquets y Cesc que estiró hasta lo inverosímil las líneas geométricas dibujadas por la pelota en movimiento veloz.

Para entender a este Barsa hay que partir de ese concepto. Los automatismos se afinan y reinventan en una búsqueda constante de la perfección. El fútbol descubre caminos inexplorados, posibilidades inimaginables a partir de lo que el mecano azulgrana deja a su paso. De allí la trascendencia de estos enfrentamientos entre los dos grandes de España. Por encima del carácter global que hoy tienen gracias al efecto multiplicador de la televisión y los satélites, hay un componente muy humano en ese choque estilístico que pone a prueba la excelencia para intentar hacerla terrenal. Y, por tanto, menos inasible.

Delante de cada uno de estos desafíos aparece una nueva respuesta. El contorsionista del espectáculo sorprende en cada función exigiendo a su cuerpo por encima de su propia naturaleza. La capacidad de asombro es inagotable porque, cuando espectadores y oponentes acuden al reto de descifrar lo conocido, renace la sorpresa. Otra vez lo impensado a escena para anular la posibilidad de reacción de quien solo puede mirar absorto.

Federer pudo volver. Al Barcelona todavía no han podido alcanzarlo.

Columna publicada en el diario El Nacional

lunes, 5 de diciembre de 2011

El Loco cedió el trono

El recuerdo futbolero es un atajo fantasioso que la imaginación construye para llenar los vacíos de realidad. Aquello que vimos se va reconstruyendo en la memoria y acaba siendo una versión libre salpicada de grandilocuencia. Lo que nos contaron también lo transformamos para tener nuestro propio relato y poder fabular con él en una ronda de amigos. Así, hablamos con naturalidad de figuras de leyenda a la que jamás vimos en un estadio y le concedemos un lugar de trascendencia que asumimos indiscutible.

Para muchas generaciones de venezolanos, Luis Mendoza fue el mejor futbolista que ha parido esta tierra. Hasta quienes descubrieron la fascinación por la Vinotinto en la última década le otorgan ese lugar en el Olimpo. Su talento le permitió brillar en una época en la que los apellidos extranjeros dominaban las formaciones de los equipos y los asientos en las gradas. 

Mendoza fue un diez de los antiguos. Habilidoso, con temperamento para pedir la pelota siempre, claro con los dos perfiles, gol y visión periférica para dar el pase que dejara a un compañero mano a mano con el arquero rival. Fue una referencia por su carácter y liderazgo, y vivió los tiempos más amargos de la selección. Sus anécdotas reflejaron la indignación por el maltrato y la segregación que los jugadores locales sufrían en aquellas aventuras para disputar una Copa América o las primeras eliminatorias mundialistas. Las goleadas lacerantes se sucedían, pero debajo del lodo que borraba los números en las ajadas camisetas, el duende del “Loco” aparecía siempre como la luz que despejaba la bruma.

Juan Arango es el faro del presente, la cara feliz de una generación exitosa y ganadora que cambió el curso de la historia. Su momento actual en Alemania ha sido un renacimiento que trasladó a la selección, de la que fue pieza destacada en los tres últimos partidos. A sus 31 años, el capitán resultó decisivo en distintos aspectos del juego: conduciendo, en los tiros libres, empujando a sus compañeros hacia terreno enemigo, ayudando al lateral en la cobertura de espacios. Como en los viejos tiempos, olvidados por algunos.

Sus estadísticas con la Vinotinto lo tienen entre los más goleadores y el número de presencias lo hace parte de la elite todavía con su carrera en pleno desarrollo. Casi dos lustros en Europa como titular indiscutible tanto en el Mallorca como en Borussia Moenchengladbach, representan un listón y una motivación para quienes van detrás de sus pasos. Nadie labró una hoja de servicios semejante.

Así como Rafael Dudamel amplió los horizontes hacia Suramérica en la década de los 90 del siglo pasado, Arango conquistó el Viejo Continente en el nuevo milenio y fue marcando la ruta que ahora siguen Tomás Rincón, Salomón Rondón o Miku Fedor. La entrada en ligas más competitivas, con todos los componentes físicos y futbolísticos que se añadieron a nuestros valores, ayudó a construir esta realidad de hoy que hace más tangible la ilusión de estar en una Copa del Mundo. 

Pero no son los números los que hablan de su grandeza: Arango es, por condiciones, trayectoria e incidencia el mejor jugador criollo de todos los tiempos. El justo y claro heredero del trono que por años ocupó Mendocita. No hará falta esperar a su retiro para determinarlo. Tampoco se producirá un debate nacional al respecto. Pocas podrán ser las voces que rompan el consenso. En el desigual choque con el recuerdo, lo real se impone por goleada.

lunes, 28 de noviembre de 2011

Estilo y estilistas

Definir un estilo simplifica el trabajo de los entrenadores. También el de los directivos, aunque suelen ser quienes menos noción tienen del tema. Con un ideario claro es más fácil elegir entrenador, buscar jugadores y marcar un rumbo institucional. La claridad en el camino a seguir minimiza los riesgos, le da valor lógico a las opciones y acorta la ruta hacia el éxito. No es una garantía; en el fútbol nada lo es. Pero sí aumenta las posibilidades de gestionar bien los recursos y evitar convertirse en presa fácil de representantes y vendedores de humo.

El criterio es válido tanto para clubes como para equipos nacionales. Cuando Luis Aragonés finalizó su ciclo con España tras consagrarse en la Euro de Austria y Suiza, dejó definido un estilo. Vicente Del Bosque, su sucesor, tomó la posta y mantuvo la línea que dos años más tarde le permitió coronarse en Sudáfrica. La dirigencia atinó con la designación, pero fue el entrenador quien puso el sentido común al servicio de sus dirigidos. Los beneficios están a la vista de todos.

A la Vinotinto le costó tres años y medio adecuarse a un cambio drástico en el fondo. En el momento de buscar un reemplazo para Richard Páez, la manera de jugar no apareció como argumento para analizar a los posibles herederos. Se optó por César Farías quien decidió hacer caída y mesa limpia. Los resultados hoy le avalan, pero el DT anduvo por un precipicio que pudo costarle el cargo. La selección del presente vuelve a ser identificable aunque con otro molde. Para que se pueda prolongar la buena estrella habrá que ser más cuidadoso a futuro: quien tome el testigo de Farías deberá conocer y seguir su huella.

Táchira fue campeón del último torneo con Jorge Luis Pinto. Técnico resultadista y de látigo en mano, soportó un semestre de bajo rendimiento pero le dio al Aurinegro su séptima estrella. Fue lo único que dejó el colombiano. La apuesta de quienes administran al cuadro de San Cristóbal fue Chuy Vera, la antítesis estilística de Pinto. Lo que devino es conocido: un proceso abortado al poco de nacer, futbolistas con contratos a largo plazo que quedaron colgados y la incertidumbre de encarar una Copa Libertadores sin claridad en el horizonte.

En Lara las cosas parecen encaminadas con Eduardo Saragó al mando. Hay un enorme capital que soporta a un plantel costoso y de jerarquía, pero la clave de su venturosa actualidad estuvo en la elección del mascarón de proa. El pasado reciente se valió de la poca experiencia de los inversores, arrasó la credibilidad y llenó al club de huecos financieros y morales. En este caso, el viraje en el modelo trajo beneficios que, de mantener una línea continua, podrían ser la base de un cuadro solvente y próspero que rompa con la norma general.

El Caracas ha sido modélico. Su estructura está edificada a prueba de sismos. La bitácora de sus conductores no admite desvíos en la carta de navegación. Nadie está por encima de la institución y cualquiera que llegue a dirigirla deberá encajar en esa política. Que aún debe definir el punto justo entre el desarrollo de sus divisiones inferiores y los triunfos como demanda su historia, pero que marca un estilo claro, entendido y asimilado por todas las piezas de su engranaje.

Identificar el rumbo a seguir es clave para que la aventura del fútbol trascienda al capricho. Soñar con vestirse bien está al alcance de todos. Lo difícil es hacerlo con estilo.

lunes, 21 de noviembre de 2011

Lo tangible y lo intangible

A partir de una clara conciencia colectiva, la Vinotinto construyó el equipo más sólido y completo que haya competido antes en una eliminatoria. El talento, mejor preparado, elevó su nivel competitivo. La apuesta por el largo plazo, que mejoró al ciclo anterior, afinó el funcionamiento y consolidó la idea. Y la profundidad, mezcla de la ampliación de la base y la suma de los “extranjeros”, añadió variantes que permiten manejar distintos registros. Salvo Uruguay, los cupos se disputan contra rivales que deben pelear por objetivos en medio de procesos en formación. Una ventaja que la selección aprovechó en las primeras fechas.

El presente de Venezuela se explica desde dos ángulos igual de importantes: uno, el que marca su rendimiento y confirman las estadísticas; y otro, no mesurable, vinculado a los valores grupales de un plantel maduro, solidario y con muchos líderes silenciosos que imponen sus galones con la calidad de su juego. 

Aquello que puede medirse quedó evidenciado en los últimos tres partidos. Renny Vega sigue siendo decisivo en el arco, prolongando el excelente estado de forma mostrado en la Copa América de Argentina. Tuvo responsabilidad en el gol de Freddy Guarín en Barranquilla, pero cada resultado positivo fue respaldado por intervenciones de mérito que aseguraron los puntos. Renny da seguridad a los defensores y ofrece alternativas de ataque con su pegada. Indiscutible.

La línea de cuatro defensores que integran Rosales, Vizcarrondo, Amorebieta y Cichero es de las más completas del continente. Los números lo avalan (1 gol en 3 compromisos con ellos en la cancha) y el peso de todos en la elaboración o las jugadas de pelota detenida, eleva aún más su aporte.

Juan Arango vive su mejor momento futbolístico. Fue el más destacado en la última doble cita y se ha convertido en el líder de su club en la Bundesliga. Tomás Rincón crece y echa bases para erigirse en el primer futbolista de esta tierra que vista la camiseta de un grande de Europa. Y César González confirma en cada choque que es un elemento de selección. Como el Ruberth Morán que dirigió Richard Páez, Maestrico renace con la Vinotinto y trasciende al presente en su club.

El elemento físico tiene un peso superlativo en el rendimiento de este equipo. No es un secreto: el proyecto Farías requiere de esa fortaleza para imponerse. Ese elemento fue fundamental en el triunfo contra Argentina; en el último trecho de partido en Barranquilla; y en toda la refriega frente a Bolivia en Pueblo Nuevo. La labor de Fabián Bazán constituye una baza innegable. Eso y que los futbolistas reciben una mejor preparación en las instituciones a las que representan. Una mayor cantidad de piezas regadas en ligas de alto rango redunda también en una mejor adecuación atlética para la alta competencia.

A Farías le corresponden muchos méritos en este momento de gloria. Aunque el camino a Brasil 2014 apenas haya recorrido un 25 por ciento, hay factores claros de incidencia en su labor: le dio forma a una idea, estableció un mapa de ruta claro y aprendió cómo competir en una eliminatoria. La planificación de cada compromiso, la elección de los nombres y la forma de asumirlo aumentaron su grado de intervención en los éxitos. 

El personaje que crea hace ruido con su capacidad, pero el tiempo ha demostrado que esa faceta no afecta al grupo, impermeable a la vorágine externa.

Habrá que esperar siete meses para reactivar la ilusión mundialista. Mientras, y desde la cima de la tabla, el sueño sigue siendo libre.

lunes, 14 de noviembre de 2011

El tiempo de la madurez

El 15 de noviembre de 2003 quedó marcado en la historia por el gol de Juan Arango a Farid Mondragón en el Metropolitano de Barranquilla. La efeméride, de la que mañana se cumple 8 años, aparece como cita obligada en la historia reciente de la selección. Aquel día se produjo un hecho que el peso del resultado diluyó pero que fue determinante en el futuro: Alejandro Cichero y Jonay Hernández aparecieron por primera vez como titulares en la línea defensiva vinotinto. La inclusión de esas dos piezas estabilizó la línea de zagueros de Richard Páez y le dio forma a un funcionamiento colectivo que tuvo vigencia durante un ciclo completo.

La fecha del 11/11/11 habrá que registrarla también en la bitácora de gestas y no por su componente místico (el gol de Freddy Guarín se produjo a los 11 minutos; Frank Feltscher empató a falta de 11 y el marcador dibujó el número mágico en la pizarra del estadio) sino por otro elemento que no aparecerá en las estadísticas: la influencia de Fernando Amorebieta para dotar de personalidad, carácter y espíritu de lucha a un equipo que ya se había cargado de estos atributos en la Copa América de Argentina. Las señas de identidad del grupo, lo que lo hace reconocible, nacen en su retaguardia, confluyen en Tomás Rincón y desembocan en Juan Arango. El maná, la piedra filosofal que explica este buen momento, no tiene más secretos. Tan simple y tan complejo.

El espíritu colectivo sublima cualquier actuación individual. En Barranquilla fueron determinantes Renny Vega desde el arco; Amorebieta y Vizcarrondo en el eje de la zaga; Arango y Maestrico González en la zona de gestación. Pero el peso de la propuesta pasa por el engranaje de movimientos y funciones grupales, y por el mayor conocimiento que César Farías tiene del contexto y de los ejecutantes con los que cuenta. Eso traduce en una mejor planificación de los partidos y en decisiones acertadas a la hora de cambiar lo que no funciona. La profundidad de nombres le permite disponer de variantes, pero nadie juega por el apellido que lleva en la espalda. 

Farías creó un ecosistema que resiste las diferencias individuales propias de los grandes planteles. La autoridad y el convencimiento están avalados por las respuestas que la selección ofrece en la cancha. Ante eso no hay espacio para los egos. Quien está sabe que ese es el camino y el que se incorpora entiende que los códigos no permiten distracciones ni salidas de tono. Puede que alguno acepte a regañadientes el sacrificio de un planteamiento, pero cuestionar cualquier decisión conllevaría el rechazo de la mayoría.

No es verdad que el punto logrado en Colombia carezca de valor si no se obtienen los tres en San Cristóbal. Cada batalla tiene su propia épica y todos los rivales son directos. Para llegar a Brasil no se podrá saltar ninguna escala.

Por encima del análisis puntual que cada choque genera aparece un elemento novedoso: la madurez para competir y el talante que permite asumir el éxito sin desnortarse. Eso representa una garantía mayor que la alineación que el DT decida para cada refriega. El presente es un valor nuclear para entenderlo; la herencia del pasado construyó la memoria colectiva de los implicados: jugadores, entrenadores, dirigentes, periodistas y afición.

Lo que trasciende hoy no está adosado a un resultado. En la costa colombiana alumbró la versión con más personalidad de la selección. Para que el sueño se pueda seguir tocando con la punta de los dedos.

lunes, 7 de noviembre de 2011

Los herederos de Páez

De Richard Páez a César Farías, el entrenador venezolano evolucionó y parió una generación de noveles preparadores cualificada y lista para dar el salto al nivel internacional, meta ya alcanzada por los futbolistas. Hace pocos días el merideño ganó la Copa Postobón con Millonarios de Bogotá y estableció un nuevo hito. La clasificación al Mundial Juvenil de Egipto encumbró a Farías; pronto, otros logros abrirán nuevas puertas a la trascendencia y se habrá dado un paso más hacia la evolución. Un escalón necesario e impostergable.

Páez jerarquizó a los entrenadores de este país. Les otorgó un lugar y les dejó el legado de la notoriedad. Nunca un DT ejerció tanta influencia sobre sus pares. Desde lo ideológico y desde la autoridad ganada a partir del cambio obrado en la Vinotinto. Existe un “discurso Páez” seguido y transformado por algunos; procesado por otros para elaborar su propio ideario; e incluso adversado por quienes se ubican en las antípodas. Pero igualmente decisivo en la dirección conceptual de contemporáneos y herederos del oficio.

El papel de los técnicos nacionales ganó peso en la última década. También su valor en el mercado. Los sueldos tocan a los timoneles y los hacen parte del crecimiento del negocio. Aquellos personajes anodinos del pasado (con honrosas excepciones que confirman la norma) dieron paso a una camada que goza de protagonismo mediático y liderazgo, más la capacidad para procesar toda la información disponible y convertirla en métodos modernos.

La falta de estructura de los clubes sigue siendo la traba. No todos distinguen entre el trabajo serio y el oportunismo. Una parte apuesta por la solvencia profesional de quienes se abren paso y abonan con títulos sus carreras; la otra acude a la feria de mercaderes de oficio que, con la connivencia del poder, alimenta el trasiego de líderes sin soles con sueldo de general.

Los discursos y las ideas son amplios. Desde la motivación como base que alimenta el éxito, pasando por el lirismo o el intervencionismo, la amplitud de posturas y filosofías también enriquece el nivel del torneo local. La preparación física dejó de ser ignorada como elemento básico en la puesta a punto para la alta competencia y ya se identifican tendencias puntuales en las formas de encarar este aspecto de la práctica profesional. El video y los informes pre partido forman parte de la rutina de algunos técnicos, maestros en el uso de la tecnología para reducir la incidencia del azar y la inspiración sobre el resultado.

El nivel competitivo y de conocimientos del jugador criollo ejerce una influencia e impulsa los saltos de calidad en quienes dirigen. Ya no vale cualquier proclama para convencer: quien ejecuta recibe la misma data que sus guías y el frecuente roce internacional nutre su acervo. Las carencias en el proceso de formación siguen siendo un obstáculo, pero el mayor conocimiento del juego ayuda a nivelar carencias y establece claros patrones de exigencia.

Nada de todo esto era así antes del fenómeno que alumbró la selección de la mano de Páez y la generación que cambió el presente del fútbol venezolano.

Si Farías logra el objetivo de clasificar a Venezuela a la próxima Copa del Mundo tendrá un lugar reservado en la historia. Y, a partir de la gesta, será inevitable que su doctrina aglutine fieles. Su sucesor encontrará el listón muy alto, pero quien llegue para ocupar su lugar sabrá cómo saltar para alcanzarlo.

lunes, 31 de octubre de 2011

Nombres y números

La última convocatoria de César Farías para los partidos contra Colombia (Barranquilla, 11/11) y Bolivia (San Cristóbal, 15/11) ratifican la línea estratégica del seleccionador: amplio número de efectivos, piernas frescas para los choques de local. Máximo rendimiento posible en casa que permita acumular una renta mayor en la primera vuelta de la eliminatoria. Ambos aspectos clave en las posibilidades de clasificación a Brasil 2014. Las estadísticas de los últimos procesos eliminatorios de la Vinotinto le dan respaldo numérico a la apuesta; el sentido común y la profundidad del plantel le ponen firma y sello a la aventura.

Para que Venezuela equipare condiciones con sus rivales requiere de un alto nivel físico. La última Copa América y el reciente enfrentamiento con Argentina lo dejaron claro. Por eso no debe extrañar que la selección haga modificaciones de varias piezas entre la costa colombiana y los andes tachirenses. Los jugadores y funciones que acumulan un mayor desgaste en la ejecución de la idea serían el núcleo de los movimientos: laterales, volantes ofensivos y delanteros. Así, que aparezcan hombres como Rolf Feltscher, Julio Álvarez, Luis Manuel Seijas o Alejandro Moreno entre los titulares en el Metropolitano de Barranquilla, no debería ser una sorpresa.

Hay elementos que, salvo lesiones o suspensiones, repetirían en los dos montajes: Renny Vega, Oswaldo Vizcarrondo, Gabriel Cichero, Tomás Rincón, Franklin Lucena y quizás, por lo que representan sus galones, Juan Arango. El resto debe entender que el camino a seguir exige sacrificios y que no hay manera de cambiar la dinámica de este calendario premundialista sin ceñirse al guión establecido. 

Se puede explotar la condición de local añadiendo un mejor estado competitivo que exprima el desgaste de quien visita con el cansancio acumulado de una batalla previa y largos desplazamientos. Le pasó a la Albiceleste en Puerto La Cruz, le ocurrirá a Bolivia en un par de semanas y lo tendrá que sufrir también Chile en junio. La desventaja convertida en fortaleza.

Desde que se adoptó el actual fixture eliminatorio (fue implementado para Corea-Japón 2002), la Vinotinto ha tenido dos escollos determinantes: el rendimiento en las primeras vueltas y la producción en casa. En los últimos once años hubo tres entrenadores a cargo de la selección (José Omar Pastoriza, Richard Páez y Farías) y, si bien se produjeron avances en cada ciclo, las tendencias en los factores señalados no han podido ser revertidas con contundencia.

Los porcentajes de efectividad de puntos logrados en la mitad inicial, en la que se celebran más juegos de visitante, ha sido de 11% (Corea-Japón 2002), 37% (Alemania 2006) y 26% (Sudáfrica 2010). En el mismo orden, la cosecha en nuestros estadios en el global premundialista arroja estas cifras: 48%, 40,7% y 48%. Todos registros insuficientes para alcanzar un boleto a la Copa del Mundo. La referencia del ideal está en la segunda vuelta del pasado proceso clasificatorio en el que la Vinotinto logró el 55% de las unidades en disputa.

Sin Brasil compitiendo por un lugar, el umbral máximo de puntos que se requieren para ir al Mundial se reduce. Eso no aumenta las opciones, pero sí deja claro a qué altura está el listón.

No estamos habituados a enfocar el análisis desde esta perspectiva y tampoco el juego se explica a partir de los números, pero el plan elegido parece el indicado. Con tantas opciones por abundancia de nombres, puede que el sueño tenga más bases tangibles que etéreas.

lunes, 24 de octubre de 2011

Cantos de sirena

El proyecto de un entrenador se basa en ganar. Todo lo demás es demagogia. Y así será siempre porque el verbo conjuga en tiempo presente. El pasado sirve para negociar contratos y el futuro es una promesa que puede desvanecerse en una racha de malos resultados. Cuando un técnico habla de largo plazo hay que ponerse alerta: abrir el paraguas antes de la tormenta es una práctica habitual para comprar confianza. Los tiempos están vinculados al éxito porque nadie extiende créditos sin otro aval que el de la victoria. La retórica se convierte en palabra muerta sin los tres puntos de cada domingo. Guste o disguste a tirios y troyanos.

Chuy Vera fue contratado por Táchira para que extendiese su buen momento en Zamora con la seña aurinegra. La lírica obró como encantadora de serpientes y sus directivos picaron. El DT habló de paciencia en la plaza menos paciente. No hubo una voz con autoridad que defendiese la apuesta, ni convicción para señalar un camino que ellos mismos desconocían. Sin norte, el fracaso era un tiro al piso.

A Eduardo Saragó le firmaron un contrato por tres años que el preparador, aunque no lo diga abiertamente, concibió para seis meses. Para extender la ilusión de los inversores y engordar la cuenta corriente de la credibilidad, había que ganar ya. Con ese objetivo estructuró un plantel “marca Norven” que comenzó a sumar desde el arranque. El funcionamiento no tuvo prórrogas y se instaló a pelear por el título. Todos felices por los lados de Cabudare. Hay triunfos, hay proyecto.

En un mundo al revés, los planes reposan sobre las espaldas de los técnicos cuando deberían ser responsabilidad de quienes gestionan los clubes. Con filosofía y metas claras, los equipos tendrían más sencilla la tarea de designar a sus timoneles. Elegirían en función de aquellos que se adaptan a su perfil y escaparían de la garra de representantes vividores y merodeadores de oficio. En el fútbol venezolano este despropósito enriquece a los astutos y arruina a los emprendedores. Los capitales se filtran por el desagüe que abren los jefes del negociado. La tralla de artificio del nuevo proyecto promueve salarios impagables y azuza la bancarrota.

Caracas FC rompe con la norma. No es casual que siga peleando por los primeros lugares con menos presupuesto que sus pares. Sin importar cómo haya llegado a adoptar su modelo, lo cierto es que tiene uno. Eso lo hace excepcional. La continuidad y la promoción de sus técnicos se fundamenta en un concepto: el desarrollo de sus categorías inferiores y el crecimiento institucional a partir de la autogestión. Un fundamento que, año tras año, aleja a los rojos de la dependencia económica que supone su vínculo con Laboratorios Vargas. 

Nadie llega a dirigir al Caracas con un proyecto debajo del brazo. El proyecto es el club y el entrenador debe adaptarse a él. Ése es el rumbo correcto que nadie más sigue y que explica la continuidad de un ideario que se fortalece con el tiempo.

Seguir la senda de la sensatez no es solo una elección: requiere de gente capacitada que entienda el negocio del fútbol y sepa administrar con criterio empresarial el capital que maneja. Designar a un conductor no puede ser la base sobre la que se sostenga el futuro institucional; lo contrario, el DT debe saber encajar en la estructura existente y honrar a quien lo contrata respetando su filosofía. 

Quien no cree en sirenas difícilmente sucumbirá a la seducción de sus cantos.

lunes, 17 de octubre de 2011

Corre Vinotinto, corre

La gesta de la Vinotinto contra Argentina cumplirá mañana una semana. Pasada la euforia, la lectura sosegada arroja una conclusión: el prototipo diseñado por César Farías para competir en la eliminatoria necesita combustible de alto octanaje. El técnico armó un equipo que hace de la solidaridad su mayor virtud. Y que corre como pocos de sus rivales continentales.

Salvo Uruguay, que sustenta su solidez y liderazgo en un proceso de trabajo que ya alcanza el lustro, pocas selecciones están más amalgamadas que la venezolana. La idea quedó patentada en la Copa América y todos los intérpretes –incluso aquellos que se sumaron recientemente al ciclo– entienden sobre qué bases se sostiene la idea de juego. Una ventaja enorme delante del resto.

El premundial sudamericano comporta dificultades singulares. Los futbolistas deben hacer traslados transcontinentales que suponen desgaste y los partidos plantean desafíos únicos como jugar en la altitud de La Paz y tres días más tarde someterse a temperaturas que bordan los 40 grados centígrados. Los tiempos de recuperación son atípicos y las exigencias máximas. La presión es permanente y cualquier resultado negativo abre un juicio sumario que pone a prueba las convicciones. Un clima que puede pasar del júbilo a la crispación en horas.

Venezuela fundamenta sus conceptos sobre la base de un óptimo nivel físico. El escaso tiempo de preparación en las fechas FIFA reduce la incidencia del cuerpo técnico sobre este aspecto. Ergo, gestionar de una manera lógica el plantel acaba siendo determinante. La medida de los esfuerzos y la elección de los mejores elementos en función del tamaño de cada objetivo, resultan clave en la obtención de los puntos necesarios para clasificar al Mundial.

La estrategia es clara: si bien el calendario impuesto por la Conmebol en los últimos procesos eliminatorios siempre fue un hecho desfavorable, Farías y sus colaboradores hallaron el antídoto para hacer de la minusvalía una fortaleza. Que se ampliara el número de jugadores disponibles, con la incorporación de Fernando Amorebieta, Andrés Túñez, Julio Álvarez o los hermanos Feltscher, respondió a un plan construido sobre dos pilares: competir de visitante midiendo la participación de algunos elementos del cuadro base en las seis primeras fechas; y apostar todo el botín a los choques en casa, intentando arropar a los rivales que llegarán al país con el peso en sus piernas de 90 minutos y viajes largos. 

En las cuentas del seleccionador el pleno de puntos contra Argentina, Bolivia y Chile son una prioridad. Lo que se consiga afuera será ganancia. Es un riesgo grande, pero cada paso fue estudiado con rigor para planificar el camino hacia la Copa del Mundo. A partir de la séptima jornada habrá una variación en la hoja de ruta y el inicio de la segunda fase en la planificación. Los traslados consecutivos a Lima y Asunción (7 y 11 de septiembre de 2012) serán una bisagra. Luego, se invertirá la fórmula local-visitante y llegará el momento de emprender el remate. Si la cosecha resulta provechosa en la primera vuelta, habrá cinco enfrentamientos en casa para acabar de sellar el boleto a Brasil.

Lo futbolístico y los imponderables serán condiciones que pesarán en el destino de los partidos. Pero Farías sabe que su tropa requiere del sudor constante para que el mecano que armó mantenga un nivel óptimo de rendimiento. Cada paso será medido. También el esfuerzo. 

Para que lo real y lo onírico vayan a la misma velocidad, todos tendrán que correr sobre la misma línea.

lunes, 10 de octubre de 2011

El fútbol no estuvo a la altura

Tras la caída en Quito, se caía de maduro el argumento fácil: fue un error la doble convocatoria. Es una forma de verlo. Muchos de quienes hoy claman por la presencia de los hombres de jerarquía, de los “caballos” como reza la voz popular, hicieron coro antes para unirse al consenso respecto a la forma de preparar el partido cuando la Vinotinto trabajaba en Mucuchíes. Es ventajista blandir esa arma como núcleo de análisis. Con el resultado a la mano, las lecturas posteriores toman el atajo más conveniente para cuestionar la capacidad del seleccionador y apuntar directamente sobre el “nivel de selección” de algunos jugadores.

No hay forma de predecir qué destino habría tenido el enfrentamiento contra Ecuador si los nombres eran otros. La historia registra episodios recientes en los que se encaró este compromiso con lo mejor que había y el marcador fue igual de contundente. Incluso cuando Venezuela derrotó a los meridionales en el Atahualpa hace cuatro años, la estadística no reflejó el claro dominio local y la innumerable cantidad de situaciones de gol que generó. El pasado viernes salieron a la cancha como titulares ocho futbolistas que integraron el plantel que disputó la Copa América de Argentina. Todos aptos para competir en un choque de exigencia.

Los módulos en la altitud del páramo merideño no fueron un despropósito; los recursos invertidos en el uso de cámaras hiperbáricas y otros elementos para igualar las condiciones fisiológicas, tampoco fueron una excentricidad. Hubo un camino, una planificación trazada para aminorar los efectos de la falta de oxígeno a 2.800 metros sobre el nivel del mar. El concepto no admite reproches. Sí –y este es el elemento básico para explicar la derrota en Quito– la manera cómo, desde lo futbolístico, se encaró el debut en las eliminatorias. Allí radicó el peso de la trama en la derrota.

“Todos hablan de la altura, pero no olvidamos que para ganarle a Ecuador hay que jugar al fútbol”. Las palabras las pronunció José Manuel Rey en la víspera del partido. Esa sensatez la llevó después a la cancha: fue, junto a Renny Vega, de los pocos que se salvó del naufragio colectivo. El mensaje no caló en el resto. Tampoco en el entorno –incluido el periodismo– más enfocado en cómo combatir los efectos del soroche que en aquello que Reinaldo Rueda y sus hombres podían proponer sobre el terreno de juego.

Las respuestas individuales y grupales al despliegue ofensivo ecuatoriano fueron tibias, faltas de intensidad y entendimiento sobre cómo ejecutar la idea. La notable actuación de Antonio Valencia se explicó desde el desigual mano a mano que libró con José Luis Granados, pero también a partir de las facilidades que consiguieron los volantes de camiseta amarilla para dirigir el trámite. El desborde por los costados fue una constante que no tuvo obstáculos. Las diagonales de Jaime Ayoví y Benítez siempre encontraron un espacio libre a espaldas de los mediocampistas de marca y en las enormes franjas baldías entre centrales y laterales; y la falta de presión sobre los conductores coadyuvó (Noboa dixit) a desnivelar los duelos de los que tanto habló César Farías en las semanas previas. 

El DT no logró, en el amplio tiempo de preparación, que el planteamiento fuese bien desarrollado. Y las modificaciones del segundo tiempo no mejoraron a la selección ni le cambiaron la dinámica. Con mayor oxígeno en la sangre, fue el fútbol el que no se adaptó a la altura. La lección costó tres puntos.

lunes, 3 de octubre de 2011

Memorias de la altura

La selección de Venezuela que jugó la Copa América de Ecuador y disputó las eliminatorias para Estados Unidos 94, tuvo una preparación inusual para aquellos tiempos pero un gran desconocimiento de lo que era jugar en la altura. Ratomir Dujkovic dirigía al equipo desde hacía unos meses y decidió llevarse a los futbolistas al invierno alemán para elevar sus niveles físicos. Muchos sufrieron de aquella aventura pergeñada por el entrenador serbio para contrarrestar las deficiencias del campeonato local.

“Los jugadores venezolanos no estábamos preparados para un técnico como Dujkovic”, afirmó recientemente Rafael Dudamel, arquero titular en ese ciclo. Y en buena medida era cierto; aunque tampoco el DT entendiese muy bien en qué se estaba metiendo cuando aceptó trabajar en Suramérica.

En la apertura de la Copa del 93 contra el local en Quito sufrió un 6-1 contundente. Sin oxígeno, los Álex Aguinaga y compañía golearon sin piedad (5-0, en el mismo estadio Atahualpa) menos de dos meses después en el arranque del premundial. La adaptación a la altitud meridional en la Copa le permitió a Venezuela empatar con Uruguay (2-2) y Estados Unidos (3-3), pero apenas quedó un aprendizaje de los efectos del soroche.

Cuando Bolivia visitó Puerto Ordaz en la ruta hacia su segunda clasificación mundialista, Dujkovic estaba seguro de que los ahogaría en el calor y la humedad guayanesa. Craso error: después de ponerse en ventaja con un gol de Oswaldo Palencia, las camisetas verdes se multiplicaron y el 7-1 puso claras las diferencias. Xabier Azkargorta, el preparador rival, se frotaba las manos: la capacidad de oxigenación de sus dirigidos, con los pulmones hipertrofiados por entrenarse a 3.600 metros para competir en el llano, desbarató la teoría de quien ignoraba este precepto. 

Para la revancha en La Paz, el plantel almorzó liviano en la concentración poco después de llegar desde Santa Cruz de la Sierra. Algunos jugadores se quejaban porque “habían quedado fallos” con la comida y los dos hombres a los que Dujkovic encargaría las marcas personales sobre Marco Echeverry y Platiní Sánchez, ignoraban sus roles faltando minutos para ir al Hernando Siles. El baile fue atroz (7-0) después de un primer tiempo en el que Cheo Gómez, figura de aquella tarde, fue a buscar la pelota en su arco una sola vez.

En el camino hacia Francia 98, Rafa Santana planificó la visita a La Paz con trabajos en Cumaná (el gobernador local dio todas las facilidades para que la selección se concentrara allí), se alojó en Santa Cruz para subir el día del partido y el desenlace (6-1, gol de Edson Tortolero de penal) fue el acostumbrado. En el calentamiento, para no agotar las reservas de aire, Rafa jugó baloncesto con sus dirigidos en una canchita que estaba junto al vestuario, en la zona de calentamiento. Ni los recursos, ni el conocimiento, daban para pensar en una puesta a punto diferente que redujera las diferencias.

Richard Páez apostó por afrontar los choques en la altura llegando a la ciudad la noche antes como recomendaban algunos de sus colegas. Sus equipos corrieron las dos veces que fue a Quito (derrota 2-0 en 2003 y triunfo 1-0 con el recordado tiro libre de Rey en 2007). Pero en La Paz, el día del mareo de Alejandro Cichero, cayó 3-1 aunque las desventajas físicas fueron menores. 

Venezuela ganó los 6 puntos que disputó en la altura durante la última eliminatoria. Este viernes en Quito, con una experiencia exitosa como antecedente y la mejor preparación posible, intentará recuperar la memoria de quien sabe que se puede llegar a la cima de la montaña y plantar bandera.

lunes, 26 de septiembre de 2011

Un carajito estremeció el Olímpico

El titular de un diario de Puerto Ordaz resumió la aparición en escena de Stalin Rivas en el fútbol profesional venezolano: “Un carajito estremeció el Cachamay”. Fue en 1987 en la vieja cancha sobre la que hoy se levanta el imponente CTE Cachamay. A los 15 años de edad, aquel zurdo de cuerpo esmirriado y cabello ensortijado tomó la alternativa contra el Caracas gambeteando rivales con el espíritu libre de los genios. Esa misma tarde festejó su primer gol: le hizo tragar un amague al arquero César Baena y corrió a celebrar con la hinchada de Mineros que aquel día descubrió al talento más grande que haya vestido jamás esa camiseta.

Para los predestinados, aquellos que se distinguen de la medianía y a los que se detecta en una primera mirada, no hay escenarios intimidantes ni rivales inalcanzables. Basta que se extienda el lienzo para que aparezca la magia que dibuje el trazo indeleble. La lógica se ve superada por el desafío de la inspiración y resulta inútil llenar de prosa lo que es puro discurso poético.

Los adjetivos sobran. Cuando aparece el distinto se activan los sentidos del espectador y lo inexplicable toma forma para que renazca el asombro. Sin videos manipulados; sin voces grandilocuentes de medios partidarios; sin un encantador de serpientes mercadeando oropeles para vaciar bolsillos incautos. El diferente irrumpe y abre todas las puertas sin tocarlas.

El mundo lo vivió con un Pelé adolescente en el Mundial de 1958. Maradona desparramaba rivales todavía con acné en el rostro. Y Lionel Messi maravilló al planeta sin llegar a la mayoría de edad. Pasó en nuestro país con Juan Arango, Daniel Noriega o, más recientemente, Yohandry Orozco. Con ellos no había que hacer preguntas: las respuestas aparecían adosadas a la pelota en cada gesto.

Proyectar con los talentos supremos carece de sentido. El transcurso de sus carreras los obliga a convertir el ingenio en títulos y gloria. Algunos asumen con éxito la dicotomía; otros claudican o se rebelan ante aquello que hace del juego un negocio.

Fernando Aristeguieta forma parte de esta raza de elegidos. La semana pasada, en el estadio Olímpico caraqueño y contra Mineros, floreció un delantero de tranco largo y velocidad de rayo. Sutil y percutor implacable en igual proporción. Conocedor de las ventajas de su porte gladiador para soportar el embate de los defensores, tanto como inteligente para atacar el espacio libre y marcar la línea de pase. Socio en los circuitos de circulación de su equipo y finalizador eficaz de la orfebrería. La pluma que vuela libre y el martillo que rompe muros.

El “Colorado” anotó dos goles de hermosa factura. El primero, luego de descargar para no darle ventajas a su marcador y rematar en un toma y dame con Angelo Peña que se la sirvió de taco; y el segundo, tras rechazar un córner en su propia área, picar 90 metros y hacer una pared de vértigo con Alexander González para cruzar al arquero. Dos joyas.

No fue en su partido de debut. Con 19 años ya está en su tercera campaña como profesional, se bautizó en las redes a los 17 y superó una rotura de ligamentos en la rodilla izquierda que lo marginó durante 9 meses. Heridas de guerra que lo curtieron y aceleraron la madurez con la que ahora reclama un lugar en la selección. Todo pasa rápido para quien lo observa, no tanto para quien vive su evolución con el desenfado del que se da la mano a diario con su duende.

“Un carajito estremeció el Olímpico”. La historia de Fernando Aristeguieta ya tiene título para su prólogo.

lunes, 19 de septiembre de 2011

La redefinición del central

El Barcelona de Pep Guardiola revoluciona los paradigmas del juego en cada presentación. Maravilla con su velocidad de ejecución y hace de la posesión del balón un factor que lo define: el equipo se organiza alrededor de la pelota. La lírica es consecuencia de la aplicación de conceptos tácticos y automatismos aprendidos desde las divisiones inferiores, que requieren intérpretes capaces de aunar las capacidades técnicas con inteligencia para entender la geometría de la cancha. A partir de estos preceptos, la mano del entrenador perfecciona variantes y estimula la tensión competitiva, fundamentales en el éxito de la idea.

La cifra de partidos consecutivos en los que el Barsa domina a su rival en la tenencia ronda los 200. Un dato, por sí solo, asombroso y contundente. Pero no es en ese aspecto puntual donde radica el cisma mayor que esta coral maravillosa genera en el mundo del fútbol. El aporte más significativo está en el menos promocionado: su talento defensivo. Entendido como una misión colectiva, cada elemento del mecano azulgrana ejerce una función específica en la tarea gregaria de recuperar la redonda. La presión sobre quien conduce y la ocupación lógica de los espacios para cubrir las eventuales líneas de pase, le dan sentido a los movimientos grupales y cuestiona el rol de los especialistas.

¿Por qué ha resultado tan poco traumática la transmutación del argentino Javier Mascherano de mediocampista de marca a central de garantías? ¿O los mismos giros puntuales hechos en su momento con jugadores como Yayá Touré o Sergio Busquets, todos volantes naturales? La razón está en la naturaleza misma de este Barsa y su dinámica singular, capaz de revolver dogmas y redefinirlos para beneficio de todo el que quiera aprovecharlos.

La novedad no anuncia la desaparición de los zagueros de toda la vida, pero sí establece un patrón mucho más completo y amplio de la demarcación. La visibilidad universal del modelo Barsa, avalado por resultados y títulos, abre debates entre entrenadores y analistas. Y pone a pensar a los propios jugadores, esponjas privilegiadas de este momento de evolución conceptual.

El fútbol venezolano cuenta con ejemplos, pasados y presentes, de nombres que cumplieron el papel de defensores solventes sin que ésta haya sido la posición con la que llegaron a la alta competencia. Noel Sanvicente debutó en Mineros de Guayana e hizo carrera después en Marítimo como delantero; el tiempo mermó su velocidad y lo fue retrasando en el terreno hasta derivar en destacado volante con Minerven y Caracas. Pero en 1997, en la antesala de su retiro, tuvo notables actuaciones como compañero de Saúl Maldonado en el eje defensivo del Rojo, camino a su cuarta estrella. Chita reunía en su disco duro el suficiente conocimiento del juego para cumplir la misión sin traumas.

Franklin Lucena es un caso mucho más cercano en el tiempo. La mitad de la cancha es su hábitat natural, pero tanto en el Caracas como en la selección se ha revelado como un central sólido, hábil en el manejo de los tiempos y muy buena salida de pelota. En el llanero se concentran las aptitudes innatas del mediocampista con la fina intuición de quien sabe los secretos del área propia.

En un ejercicio de imaginación, gente como Miguel Mea Vitali, Giacomo Di Giorgi o Tomás Rincón podrían hacer la transición del medio a la zaga sin que parezca un despropósito. Nadie que haya visto al Barsa de este tiempo se atreverá a llamarlo experimento.

lunes, 12 de septiembre de 2011

La Vinotinto de la gente

El día en que todo comenzó apenas hubo testigos. Cuando Venezuela le ganó a Uruguay en Maracaibo por las eliminatorias a Corea-Japón 2002 (2-0, goles de Ruberth Morán y Alexander Rondón) la asistencia al Pachencho Romero no alcanzó para que el entorno tuviese más cemento que rostros y palmas. Pasó una década. Lo que devino es letra escrita: la Vinotinto se convirtió en un fenómeno sociológico, en un símbolo de nacionalismo sin nacionalistas; en una bandera sin patrioterismos.

Cuando la Vinotinto pasó a ser patrimonio de los venezolanos, dejó de pertenecer a la dirigencia, al entrenador de turno o a los propios futbolistas. No hay demagogia en esto. Fue la gente la que llevó en volandas el cambio de la clandestinidad a la trascendencia. La que abrió las puertas al mar de patrocinadores y alimentó el negocio de las transmisiones televisivas. Sin ese consumidor entregado al producto selección, las ilusiones mundialistas seguirían siendo una quimera.

La Federación vive tiempos de bonanza. La apertura hacia nuevos y mejores métodos de autogestión es una manera acertada de rentabilizar el valioso bien que administra, especialmente si su propia estructura no es apta para manejarlo por sí sola. De allí que sea comprensible la cesión a terceros (como ha sido costumbre desde tiempos inmemoriales) de la organización de los encuentros de la selección. Pero no a costa de exprimir a la gallina de los huevos de oro. No al elevado precio de convertir a la Vinotinto en un espectáculo de élites, solo al alcance de los bolsillos más pudientes. Suya es la responsabilidad de establecer los límites.

La afición no puede cargar sobre sus hombros el peso de hacer rentable la inversión de los nuevos socios. Alguien debe ocuparse de proteger al hincha común de las agallas abiertas de los empresarios. Romanticismos aparte, lo más notorio de todo lo ocurrido en dos lustros es, justamente, aquello que no puede apuntarse en los libros de contabilidad. El mayor patrimonio de la selección es un valor intangible: el sentido de representatividad que genera en cada uno de los ciudadanos de este país. Un aspecto que no desconocen quienes explotan ese factor emocional para multiplicar sus capitales.

No se trata de un asunto baladí. Despreciar la relación entre la Vinotinto y el pueblo de a pie es un despropósito. Explotar al máximo las ganancias seguras del presente puede significar la quiebra futura. Alguna cabeza lúcida debería visualizarlo.

Lo ocurrido la semana pasada en el estadio Olímpico fue una señal. Los altos precios de los boletos para una puesta en escena impropia encontraron respuesta en el rechazo del público, que no llegó a adquirir ni la mitad del aforo. La indignación se reflejó también en protestas alrededor del escenario de la UCV y en algunas pancartas que fueron colocadas en su interior. Un aviso para lo que vendrá: con costos abusivos y extralimitados, se corre el riesgo de disputar algún choque de la eliminatoria sin la ventaja deportiva que aporta una masa entusiasta.

El objetivo de clasificar a Brasil 2014 está por encima de cualquier consideración. Nadie quiere perderse la posibilidad de subirse a ese tren en un momento único en la historia del fútbol venezolano. Pero, para que se ponga en marcha, no bastará que se ocupen solo los vagones de primera clase. El viaje será suspendido si el resto del pasaje no llena los asientos y le da empuje a la travesía. No los obliguemos a contemplar la escena desde los andenes.

lunes, 5 de septiembre de 2011

Acento vinotinto

Fernando Amorebieta duplicó el número de seguidores en su cuenta de Twitter una vez conocida su convocatoria para el partido contra Argentina en Calcuta. El defensor pudo aproximarse al efecto que produjo en un público al que todavía desconoce. Frank Feltscher ya es un nombre de pronunciación fácil para los aficionados y no un caso extravagante de tantos futbolistas con raíces venezolanas repartidos por Europa. Y Andrés Túñez volvió al país en el que nació asombrado por los pedidos de fotos y autógrafos que lo arrancaron de golpe del anonimato.

Todos vivieron por primera vez la sensación de ponerse la camiseta de la selección, escuchar el himno y recibir las indicaciones de un entrenador con acento criollo. El grupo los recibió inquieto y los despidió con cercanía. Comprobado el compromiso del trío, las redes sociales fueron una muestra de cómo referentes como Tomás Rincón, Salomón Rondón o Gabriel Cichero valoraron a sus nuevos compañeros. Pero a los tres todavía les toca descubrir aquello que trasciende a la cancha: la Vinotinto es un sentimiento, un factor de representatividad en la sociedad venezolana que emociona y obliga en igual proporción.

Cuando Jonay Hernández se integró de pleno al proceso de Richard Páez en 2003, desconocía el cambio radical que daría su carrera. Debutó en el triunfo 1-0 sobre Colombia en Barranquilla (eliminatorias al Mundial de Alemania 2006, tanto de Juan Arango) y pocos días después participó de la recordada victoria sobre la hora ante Bolivia en Maracaibo (2-1, goles de José Manuel Rey y Arango). En la ciudad de la costa colombiana se emocionó con el Gloria al Bravo Pueblo, pero la sangre le recordó sus orígenes cuando sintió el abrazo multitudinario del Pachencho Romero en aquel inolvidable día de la Chinita.

“Chicho” representó un aliciente para su hermano Dani, el arquero del Valladolid que fue suplente de Renny Vega en la Copa América de Argentina, y una puerta abierta para todos los que se integraron después en iguales circunstancias. 

Amorebieta demostró que su concurso elevará el nivel y la profundidad de la selección. Los rivales -como pasó con Lionel Messi en India- saben quién es el zaguero que los marca. Puede que no sea especialmente hábil con la pelota y que tenga una peligrosa tendencia al juego brusco, pero su jerarquía y carácter bastaron para que la prueba haya resultado exitosa. Sus gestos y gritos para ordenar la línea defensiva y apurar su acople con Oswaldo Vizcarrondo valieron para ahuyentar las dudas respecto a su compromiso, tema clave en la aceptación del grupo.

Feltscher, el menos conocido para la masa pese a que ya acumula cinco temporadas en las ligas suizas de primera y segunda división, puede resultar el descubrimiento de esta nueva etapa en el ciclo de César Farías. La riqueza de registros del mediocampista del Grasshopper, que contra Argentina jugó en punta al lado de Salomón Rondón, encaja en el modelo de futbolista que el seleccionador valora en grado superlativo. El mayor de los Feltscher tiene velocidad, potencia e inteligencia táctica para asimilar con prontitud el ideario del DT, virtudes que lo pueden llegar a hacer imprescindible en citas futuras.

Mañana, contra Guinea en el Olímpico, algunos como Túñez escucharán el himno cantado por todo un estadio y tendrán una noción más clara de la decisión que tomaron. Llegar a Brasil 2014 requiere de soldados con pasaporte vinotinto. El acento servirá para conjugar en pasado perfecto los titulares de cada gesta que conduzca a ese objetivo.

lunes, 29 de agosto de 2011

El sí de la Grulla

A Fernando Amorebieta los movimientos en la directiva de su club y la llegada de un nuevo entrenador le cambiaron el panorama. Josu Urrutia se impuso en las elecciones internas en junio y con él llegó Marcelo Bielsa. Uno y otro -como conductores en las oficinas y en las canchas del Athletic de Bilbao- generaron las condiciones necesarias para que el defensor nacido hace 26 años en Cantaura, estado Anzoátegui, pudiese por fin integrar una convocatoria de la Vinotinto.

Urrutia, un ex jugador de los Leones de San Mamés, desplazó de la presidencia del Athletic a Fernando García Macua. Ya el vínculo con Bielsa estaba cerrado, solo a la espera del resultado de los escrutinios. La palabra del entrenador argentino fue suficiente aval para el nuevo mandatario, que puso fin al ciclo de cuatro temporadas de Joaquín Caparrós en el banquillo bilbaíno. También la liberación de Amorebieta quien, primero por el impedimento de las normativas de la FIFA y más tarde por los obstáculos que puso su equipo, se vio impedido de atender al llamado de la selección venezolana.

Las gestiones de Rafael Esquivel y el apoyo de Ángel María Villar, presidente de la Federación Española de Fútbol, acabaron de destrabar el asunto. Fue clave un diálogo entre Villar (en Colombia durante la realización del Mundial Juvenil) y Urrutia para que quedase sin efecto un documento firmado por el zaguero con la anterior directiva que condicionaba su libre albedrío. La intervención de Bielsa también tuvo su peso. Consultado sobre el caso, el preparador le hizo ver al directivo el prestigio que significa para cualquier profesional de este deporte tener la categoría de internacional.

En la primera lista de Vicente Del Bosque como técnico de España para un amistoso disputado en 2008 contra Dinamarca, Amorebieta fue incluido. No jugó un solo minuto y su nombre no volvió a figurar. En su círculo cercano, la Grulla (apodo por el que lo llaman sus amigos) siempre admitió sus preferencias por Venezuela antes que por España. La inmadurez para manejar la presión de su antiguo entrenador lo llevó a hacer silencio cuando se vio en una encrucijada en septiembre de 2010. César Farías lo citó para la doble fecha FIFA contra Colombia y Ecuador en Puerto La Cruz y Barquisimeto. El jugador hizo mutis.

Farías dio por cerrado el tema, aunque en su entorno era sabido que la puerta quedaba entreabierta. En diciembre del año pasado se produjo una aproximación entre el jugador y el DT antes del amistoso contra País Vasco. La notable actuación en la Copa América y el reto de clasificar a Brasil 2014, motivaron el siguiente paso. Fernando Novo, un agente argentino radicado en España pero vinculado estrechamente con el mercado venezolano, sirvió de puente y facilitó las gestiones legales (también colaboró con el acercamiento en los casos de Julio Álvarez y los hermanos Rolf y Frank Feltscher). Un par de llamadas de Farías le pusieron el lazo al regalo más esperado en este ciclo.

Amorebieta debutará con la camiseta nacional el viernes contra Argentina en Calcuta. Será la ocasión para medir su grado de implicación y compromiso. 157 partidos en la primera división de España son suficiente aval para justificar su presencia. De cómo se integre y de qué le transmita a Farías dependerá que esta rareza derive en costumbre. Pero con el objetivo de estar en la próxima Copa del Mundo como prioridad, el concurso del central puede llegar a ser determinante. Ya sus compañeros se encargarán de enseñarle las estrofas del himno.

martes, 23 de agosto de 2011

La meta es el funcionamiento

Colectivizar el esfuerzo. Suena a eslogan de campaña electoral, pero en fútbol representa un concepto básico para conseguir rendimiento y potenciar las individualidades. El Barcelona que maravilla al mundo fundamenta su magia en esta premisa. Su espíritu gregario para recuperar la pelota conmueve; tanto como su búsqueda constante de la belleza. Lionel Messi no gana partidos solo aunque lo parezca. El genio está rodeado de compañeros que frotan la lámpara y son capaces de materializar los deseos del paladar más exigente.

El Maradona que llevó en volandas a Argentina al título en México 86, tenía una estructura a su alrededor que le permitió encumbrarse como crack universal. Carlos Bilardo diseñó una máquina casi perfecta y sacó del anonimato a futbolistas como José Luis Brown, Julio Olarticoechea o Néstor Cuciuffo. La mirada en el tiempo nubla la historia real y fortalece el mito, pero sin aquella obsesión de Bilardo por la perfección táctica el planeta no habría podido disfrutar del momento de mayor esplendor del Diego.

Si un equipo tiene afinados los automatismos podrá acoger a cualquier nuevo ejecutante y facilitar su proceso de adaptación. Siempre será más fácil subirse a un tren en movimiento que echarlo a andar. Incluso en inferioridad de condiciones físicas, los jugadores determinantes encuentran el punto de desequilibrio a partir de la solidez grupal. De allí que el convencimiento sobre la conveniencia de una idea resulte clave para que todos empujen hacia el mismo lado. No hay otro secreto. Sea cual sea el estilo, la esencia se mantiene. Los líricos no corren menos; lo hacen de forma diferente.

La selección consagró a varios nombres en la última Copa América. El aporte de cada elemento produjo la alquimia y un efecto dominó sobre todos sus componentes. Tomás Rincón fue el estandarte de un conjunto en el que cada intérprete conocía de memoria la partitura y el castigo que implicaba desafinar. La fuerza del todo permitió el brillo de alguna de sus partes, pero fue la colectivización del esfuerzo el punto nuclear del éxito.

Dos ejemplos recientes en el torneo local confirman la afirmación: el ciclo de Eduardo Saragó con Deportivo Italia-Petare y el Zamora campeón del Clausura 2011. Partiendo de dos concepciones distintas del juego, en ambos hubo demostraciones de fútbol coral (uno al servicio del bloque; el otro sublimando la pelota y el espacio) con figuras que renacieron o encontraron su mejor versión apuntalados por modelos armónicos. Allí están los nombres de Evelio Hernández, Andrés Sánchez, Cristian Cásseres, David Mc Intosh, William Díaz, Vicente Suanno o Jesús Meza para corroborarlo.

El actual campeonato bautiza procesos en clubes como Petare (Manuel Plasencia), Lara (Saragó) o Táchira (Chuy Vera), al tiempo que consolida conducciones en Mineros (Carlos Maldonado), Caracas (Ceferino Bencomo), Anzoátegui (Daniel Farías) o Real Esppor (Noel Sanvicente). Algunas piezas, fundamentales en logros recientes de estos técnicos, acompañaron a los timoneles en sus nuevas aventuras; otros aprovecharon sus buenas campañas en la temporada pasada para migrar a cuadros con mayores aspiraciones. 

Los apellidos ilustres no garantizan vueltas olímpicas, estén en el banquillo o en la cancha. El lustre del pasado, más o menos reciente, no es un bien trasladable con garantías de éxito. Para unos y otros, el desafío está en fortalecer el ideario a partir de la solidaridad grupal. Eso que, en términos más sencillos, todos llamamos funcionamiento.

lunes, 15 de agosto de 2011

Cuando todo comenzó

El martes 14 de agosto de 2001 fue un día más hasta las 7:30 de la noche. Dos horas después, y sin que el país lo supiese, comenzó a gestarse un fenómeno sociológico que cambiaría la historia del fútbol nacional. Venezuela venció a Uruguay 2-0 por la fecha 14 de las eliminatorias para Corea-Japón 2002. Aquel fue un resultado histórico que solo presenciaron 8.500 personas en el Pachencho Romero de Maracaibo de acuerdo al reporte oficial. 

A Richard Páez ya le buscaban sustituto después de perder todos los partidos en la Copa América de Colombia y la Celeste hacía cuentas de lo que vendría después del trámite marabino. Nada generaba angustia ni zozobra en Álvaro Recoba, Darío Silva, Paolo Montero o Fabián Carini, figuras de un equipo que mes y medio antes había derrotado a Brasil en el Centenario de Montevideo. 

Los jugadores criollos podían caminar por la capital zuliana sin temor a ser abordados por los aficionados. La camiseta, de color vinotinto por exigencia de Páez, no era un producto requerido en las tiendas ni el símbolo de pertenencia en el que se convertiría a partir de aquella velada inolvidable. 

El primer tiempo terminó 0-0 y a los 7 del segundo Ruberth Morán definiría cruzado para celebrar el primero. Alexander Rondón sentenció a los 90 con el 2-0, minutos después de que Rafael Dudamel le ahogara un grito de gol a Recoba en un tiro libre envenenado que buscaba el ángulo derecho de su arco. El San Rafael de tantas glorias en Colombia aparecía en Maracaibo para contribuir de forma decisiva en la gesta, de la que salió cortado en la frente tras un choque con Silva que se saldó cuatro años después en el mismo escenario.

Morán fue uno de los delanteros de la generación de Mar del Plata. Y el goleador de la selección en todo este ciclo. Al choque contra Uruguay llegó tras un vía crucis de lesiones y discontinuidad en su club, un sino en su carrera. Por eso aquella celebración a todo grito, mezcla de alegría y catarsis. Fue el inicio de un romance que tendría al merideño en todos los momentos trascendentes de la Vinotinto de los años futuros.

El trayecto del bus del Pachencho hacia el hotel Maruma fue flanqueado por aficionados con banderas. Un hecho inédito que luego se haría costumbre también en el recorrido hacia los estadios y en las salidas de las concentraciones. La clandestinidad daba paso a la exposición mediática y la popularidad, un cambio que tomó a todos por sorpresa y que en algún momento también tendría consecuencias negativas.

La efervescencia y el sueño mundialista tomarían forma en las siguientes tres fechas con triunfos consecutivos sobre Chile en Santiago, y ante Perú y Paraguay en San Cristóbal. Ir a la Copa del Mundo asiática estaba descartado desde mucho antes de la retahíla asombrosa, que frenó Brasil con una goleada en el cierre del premundial; pero la semilla cayó en tierra abonada y la selección derivó en asunto de interés nacional, atractivo producto para las empresas patrocinadoras y nuevo modelo social que convirtió en ídolos a sus integrantes.

Los éxitos y la notoriedad del presente solo se entienden a partir de aquel resultado del que ayer se cumplió una década. Dudamel; Vallenilla, Rey, Alvarado, Rojas; Vera, Miky Mea Vitali; Ricardo David Páez, Arango; Noriega y Morán. Una formación con letras doradas para el imaginario museo vinotinto. Todavía con la miel en los labios que dejó el cuarto lugar en Argentina 2001, es de recibo recordar a quienes fueron los precursores. 

14 de agosto de 2001. Venezuela 2 – Uruguay 0. Cuando todo comenzó.

lunes, 8 de agosto de 2011

Viaje de apertura

La lista de candidatos al título en el Apertura 2011 recorre el país de extremo a extremo. Antes que centralista, es la de corte más federal de los últimos tiempos. Nuevos proyectos en Táchira y Lara; prototipos ya consolidados en Anzoátegui, Mineros y Caracas. El torneo que inicia el sábado solo resentirá la ausencia de Zamora en la elite, desmantelado por el éxito y la imposibilidad de pelear en el mercado de los grandes.

A la frontera llegó Chuy Vera para exponer su ideario en el escenario más exigente de todos. Dirigir al Aurinegro requiere de atributos que trascienden al conocimiento y el liderazgo: hay que saber convivir con un entorno difícil y cambiante, en el que el humor de los hinchas va en directa proporción con el mensaje mediático. En Pueblo Nuevo hay que convencer a la hinchada, pero también a quienes llenan horas de espacios radiofónicos y televisivos. El resultado manda por encima de la idea (a Jorge Luis Pinto se le recordará por la séptima estrella más que por su lirismo) a pesar del lugar común que sentencia a la plaza como lugar de culto al fútbol bien jugado.

Táchira mantiene buena parte de la base que dio la vuelta olímpica en mayo, con excepción del 75% de su importación. Mantuvo a Sergio Herrera, el mejor extranjero del campeonato, y trasladó a varias piezas del Zamora campeón del Clausura 2011 que servirán para hacer más sencillo el traslado del nuevo concepto. La exigencia será máxima para el entrenador y los jugadores, obligados por el peso de la historia, la calidad de sus ejecutantes y la reafirmación de una filosofía que deberá superar el examen de grandeza que solo un club como el aurinegro demanda.

Mineros cargó con el peso del favoritismo en el torneo pasado, obligado por las grandes inversiones hechas. A Carlos Maldonado le costó convivir con las lesiones de algunos referentes y la falta de equilibrio de su propuesta. Habituado a armar sus equipos de atrás para adelante, resultó una rareza la falta de estabilidad defensiva de un cuadro que se quedó fuera de carrera prematuramente. La versión presente, con algunos retoques, tendrá un sello más identificado con su preparador y las mismas expectativas. En Cachamay quieren fútbol del grande y el crédito se termina esta temporada.

Eduardo Saragó lamentó, en su ciclo con el Petare, la falta de recursos para sostener conjuntos competitivos y sostener los objetivos que él mismo elevó a base de logros en el corto plazo. En Lara le abrieron el grifo para que armara un plantel que haga del estadio Metropolitano una plaza que honre su extraordinaria arquitectura. A los equipos de Saragó los distingue su dinámica, organización defensiva y automatismos en ataque. Con muchos elementos que ya conocen su método, no necesitará de tanto tiempo para conseguir funcionamiento y resultados.

Anzoátegui arrancará con la lección aprendida y las duras ausencias de Oswaldo Vizcarrondo y Alejandro Guerra, fundamentales en la buena campaña del último Clausura. Pero su fiabilidad de local es un elemento que siempre tiene a favor. Y Caracas, cada vez más jugado al talento forjado en sus divisiones inferiores, deberá hacer la transferencia de jerarquía a los más jóvenes en un plazo breve. Su afición, numerosa y habituada a celebrar conquistas, respalda el producto propio pero quiere ver más estrellas en la camiseta.

De San Cristóbal a Puerto Ordaz; de Barquisimeto a Puerto La Cruz con escala en la capital del país. Con el balón como excusa y el aroma grato que dejó la selección en la Copa América, para imaginar al campeón del Apertura habrá que agarrar un mapa y pasear por Venezuela.